1.- EL PRIVILEGIO SIGUE AL PODER (COMO LA SOMBRA SIGUE AL CUERPO)
Periódicamente el máximo dirigente del Banco Central, cualquiera que sea el país o zona económica de que se trate, y sea quien sea, el preboste en cuestión, hace una reflexión sobre economía general. Y siempre es en perjuicio de unos y en beneficio de otros. En beneficio de los adinerados y en perjuicio de todos los demás.
¿Por qué? Antes de contestar a esta pregunta veamos las circunstancias en unos cuantos casos.
Pasó con Hans Tietmeyer, a la sazón presidente del Deutsche Bundesbank, de 1993 a 1999, el principal impulsor del euro, tal como ha sido concebido, y que presidió la primera fase de su creación. Pues bien, en declaraciones al diario Le Monde, el 17 de octubre de 1996, se refería a las perspectivas económicas. “El desafío hoy en día –decía- es crear las condiciones favorables a un crecimiento duradero y a la confianza de los inversores. Es necesario, por tanto, controlar los presupuestos públicos”. Vale, controlar, pero ¿en qué sentido?
Pues, añadía “Hay que reformar el sistema de protección social”. Bueno, sí, pero hacia dónde.
Un poco más adelante aclara “Hay que… bajar el nivel de los impuestos hasta darle un nivel soportable a largo plazo”. Estupendo, pero soportable, para quién. Ya nos lo ha dicho, “soportable… para la confianza de los inversores”.
O sea, que hay un nivel de impuestos que los inversores consideran insoportable. Por encima del cual nos prometen el infierno del estancamiento. Y por debajo el paraíso del “crecimiento duradero”.
Aun así, ¿cuál nivel es ese? ¿El del tipo marginal más alto por encima del 80% en los países centrales? Justo cuando la economía iba muy bien, los salarios y las pensiones crecían, la protección social mejoraba, y la confianza de la mayoría social permitía a los jóvenes independizarse pronto y tener un buen número de hijos, que mantenían generalmente con un único salario por familia, De hecho el porcentaje de población activa es, de media, aproximadamente, hoy y en esa época, el mismo. Sólo que en los años 60 y principios de los 70, los inactivos eran niños y ahora son viejos.
Por supuesto que no se trata de mantener tipos altos en perjuicio de los ricos, vestidos de “inversores”. La idea, por el contrario, es reducir muy por debajo del 50%, los tipos marginales más altos del impuesto sobre la renta. Amén de extinguir el impuesto de sucesiones, o convertirlo en anecdótico, y establecer impuestos sobre el capital próximos, sino por debajo, del 20%, y bajando. Resultado de lo cual es que, en los países centrales, y mucho más en los periféricos del centro, como nosotros, cuando los salarios y las pensiones no paran de caer, la protección social sufre recorte sobre recorte, la confianza de la mayoría social es nula, el número de hijos es prácticamente insignificante porque, por regla general, ni con dos sueldos por familia, es posible llegar a fin de mes.
Y, claro, bajar los impuestos tiene sus costes. Ya lo hemos visto “reformar el sistema de protección social, desmantelar las rigideces del mercado laboral…”. Por supuesto, el preboste sólo se atrevió a utilizar desmantelar cuando hablaba del mercado laboral connotado como rígido. Respecto del sistema de protección social se conformó con “reformar”. Pero todo el mundo sabía a qué se refería. Y él también. En otras declaraciones al Financial Times, después de su jubilación, dejó claro que se trataba de competir (por las inversiones) con los “sistemas de protección social” no sólo de los países de la UE, sino también de terceros que, por supuesto, no conocían tal cosa. Y eso, añadía, “es definitivo”.
Naturalmente, es definitivo, en tanto en cuanto, esa “competencia” se ve sancionada por las normas de los tratados internacionales de “comercio e inversiones”, que determinan lo que ha venido llamándose globalización comercial. Esto es la competencia desleal (en inglés, dumping) entre sistemas de protección social y derechos de las clases trabajadoras, que tira hacia debajo de las condiciones de todos.
Veamos otro caso. MAFO (Miguel Ángel Fernández Ordóñez). Hermanísimo del antiguo Ministro de Hacienda socialista Paco Fernández Ordóñez, no llegó a ministro, pero sí al cargo de gobernador del Banco de España, durante el gobierno de Zapatero. Lo que tampoco está mal.
Pues, bien, durante su mandato, cuando la crisis bancaria apretaba, en vez de ocuparse del mejor control normativo y fiscalizador de las instituciones financieras, cuya mala praxis nos estaba llevando al despeñadero, la cantinela de MAFO era “reforma laboral” y del “sistema de pensiones”.
El primero para “incrementar la productividad a través de la flexibilidad”. Lo que significa, claro, reducción de la indemnización por despido, y absoluta disponibilidad vital frente al arrendador de tu trabajo. O dicho, de otro modo, que las personas integrantes de la clase trabajadora no puedan tener un proyecto de vida. Amén de quedar en una situación de debilidad lo que facilita la pérdida de derechos frente a los plutócratas y las élites de poder.
En materia de pensiones, la letrilla decía “ampliación de la edad legal de jubilación y mejora del grado de contributividad”. Lo primero no necesita explicación. En cuanto a lo segundo, el palabro contributividad, no lo encontraréis en el diccionario de la RAE. Pero, grosso modo, se trata de olvidarse de la solidaridad, que cobres de pensión, a reventar, tanto como has contribuido, y a poder ser menos, si posible mucho menos.
Y, ahora, el actual gobernador del Banco de España ha hecho unas declaraciones.
2.- GOBERNADOR DEL BANCO DE ESPAÑA: LLOVER SOBRE MOJADO.
Y en estas, va José María Linde actual gobernador de Banco de España, justo cuando le toca plantear el papel del Banco de España en la gestión de la crisis financiera y bancaria, y declara…
Lo habrán adivinado. Que hay que rebajar las pensiones, retrasar la edad de jubilación y extender los planes de jubilación privados, incluso ¡mediante su gestión pública o mixta! (público-privada). Naturalmente a lo que se refiere es a la famosa “mejora de la contributividad”, o sea olvidémonos de la solidaridad, salvo hacia arriba, en favor de los que ostentan el poder privado. Que ellos mismos, por su propia posición de poder, pueden hacer efectiva, mediante pensiones estratosféricas y otras gavelas obtenidas de las corporaciones y compañías mercantiles (cuando no de los fondos de inversión o de pensiones) que controlan. El poder privado, arbitrario por definición, está ligado, lógicamente, al privilegio.
A lo que añade Linde que “no está seguro de que los planes de pensiones actuales sean eficientes”. Bueno, puede estarlo. Los planes de pensiones actuales son una catástrofe… para sus pretendidos beneficiarios. Aquí y en todas partes, incluido el referente de todas estas monsergas, que vienen siendo los Estados Unidos de América. Y el mecanismo introduce unos incentivos perversos, la insolidaridad, que tienden, en todo caso, a la financiarización de la economía, lo que significa que nuestros fondos de pensiones exigen que nuestro bienestar caiga aceleradamente, sólo para proporcionar a sus pretendidos beneficiarios unos rendimientos miserables, por debajo de la inflación. Con lo que su ahorro pierde continuamente.
En el estudio, nada sospechoso de tendenciosidad en contra de los gestores de los fondos de pensiones, del profesor del IESE, Pablo Fernández, localizable en http://www.civismo.org/files/recursos/SSRN-id2571287.pdf, se hace el siguiente resumen ejecutivo:
“En el periodo diciembre 1999 – diciembre 2014, la rentabilidad anual media del IBEX 35 fue 3,28%, la de los bonos del Estado a 15 años 5,83% la rentabilidad media de los fondos de pensiones 1,2%. Entre los 313 fondos de pensiones con 15 años de historia, sólo 21 superaron la rentabilidad del IBEX 35, y sólo 1 superó la rentabilidad de los bonos del Estado a 15 años. 58 fondos tuvieron rentabilidad promedio ¡negativa!
Los fondos de pensiones tenían (en diciembre de 2014) 7,8 millones de partícipes y un patrimonio de €63.930 millones. También se muestran los resultados de un experimento con 248 escolares que consiguieron mayor rentabilidad promedio que los fondos de pensiones en renta variable en 2002-12: la rentabilidad media de los escolares fue 105%, la de los fondos de pensiones 34% y la de los fondos de inversión 71%”.
Los estudios rigurosos sobre otros sistemas de pensiones de todas partes acaban llegando a las mismas conclusiones.
¿Cómo es posible semejante resultado? ¿Cómo unos expertos extremadamente bien pagados, cuya única ocupación es esa, y cuyo poder es considerable, pueden obtener tan magros resultados?
Bueno, presuntamente, podríamos hablar de que los rendimientos positivos son traspasados sistemáticamente (podríamos decir se “externalizan”) a los propios gestores, o a personas o grupos que les permiten mantener sus puestos. Mientras que los rendimientos negativos son traspasados a los pequeños inversionistas que constituyen la masa del ahorro que gestionan (esto es se “internalizan”).
En definitiva el único rendimiento positivo que obtienen es el derivado de los incentivos fiscales que, naturalmente, pagamos los que pagamos impuestos. Pero, incluso en ese caso, más que un ahorro es un diferimiento del impuesto. Paga menos el contribuyente hoy, que tiene más renta y una mejor situación, y, a cambio, pagará más cuando necesite la pensión, que es cuando su renta, y su estado físico, se resentirá. Pues, bien, este mecanismo, que tan graves perjuicios ocasiona a los sectores medios se trata de generalizarlo a todas las personas que dispongan de una renta o recursos a los que hincarles el diente.
En definitiva, todos tenemos graves dificultades, menos los ricos y poderosos, a cuya mayor gloria se constituyen todas estas estructuras, que cabildean para establecer, y que les permiten apropiarse de una cada vez mayor proporción de los recursos sociales.
Por supuesto, para nosotras, las personas que estamos por la conciencia de la clase trabajadora, el proyecto clave es que la opinión pública se dé cuenta de cómo son las cosas. Y actúe en consecuencia. Lo repetimos a menudo, pero es que es la clave. Se trata de convencer a la opinión pública, crear estados de opinión, y modificar las estructuras institucionales, de forma que se cree una democracia efectiva y se profundice en ella.
Y para eso hemos de aplicar el principio de libre experimentación social, que deduce, primero desde un punto de vista teórico, y luego práctico/experimental cuáles organizaciones son más democráticas y, al mismo tiempo, más eficaces/eficientes. En conclusión lo que Proudhon llamaba las “fuerzas colectivas”. En último término una vez alcanzado el cambio institucional que propugnemos, éste debe permitir un cambio de mentalidad / una conciencia más social y fraternal, que impida el retroceso hacia estructuras sociales más insolidarias y absolutamente insostenibles.
Autor: Miguel Carpio
Fuente: http://cgt.cat/22-02-2017-pensiones-y-pensionazos/