La multa infinita de Apple

La UE le exige 13.000 millones de impuestos desde el 2016: va para largo.

EL EMBROLLO LEGAL ENTRE APPLE Y LA UE
La UE sanciona a Apple.
La comisaría Margrethe Vestager en el 2016 acusa a la compañía de no pagar impuestos en su filial irlandesa y me multa con 13000 millones.
Irlanda recurre
Pese a que la decisión le supondría unos ingresos extras para las arcas públicas, Dublín rechaza la decisión y se defiende su soberanía fiscal.
Apple niega las acusaciones
La firma de Cupertino se defiende. Sostiene que es el mayor contribuyente mundial y que su actividad se genera en Estados Unidos.
Apple paga la multa
El dinero se queda en el 2018 en un fondo a la espera de la decisión definitiva de los tribunales europeos.
La tasa Google se abre camino
Bajo la presión internacional, Francia decir tasar este año a las multinacionales con un 3% de su facturación. España prepara también su proyecto.
Empiezan las audiencias en los tribunales de la UE
Apple Irlanda presentan alegaciones ante la sentencia.
El FMI, contra Irlanda
Hace 2 semanas, el Fondo acusó a Dublín de favorecer la evasión fiscal.
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Es el cuento de nunca acabar. El culebrón que parece no tener fin y que se prolonga, año tras año, como las temporadas de una serie de éxito. La historia de la multa de la Comisión Europea a Apple ha vuelto esta semana a enriquecerse con un enésimo capítulo. Han empezado las audiciones ante los tribunales de la UE, en las que tanto Bruselas como la empresa californiana exponen sus argumentos. Pueden tardarse meses antes de que haya una sentencia. Pero pueden pasar años si las partes recurren a la Corte Europea de Justicia.

Para quienes se hayan perdido el arranque de la saga, volvamos al principio.

En el año 2016, la Comisión acusa a Apple de haberse aprovechado a lo largo de 20 años de su sede en Irlanda – un espacio “que no tenía ni empleados” y que “sólo existía sobre el papel” – para pagar menos impuestos de lo debido (y eso que en el país el impuesto de sociedades ya es de por sí bajo: el 12,5%). En concreto, Margrethe Vestager, la potente comisaría de competencia, considera que sólo pago el 0.005% de sus beneficios obtenidos en el país (2014). Le impuso una multa de 13.000 millones de euros. Al final, Apple desembolsó la cifra el año pasado (con 1300 millones añadidos de intereses), pero no se ha cobrado. Se ha quedado congelada en un fondo, a la espera de que el embrollo legal se desenrede.

Porque no solo Apple recurrió la decisión, sino también Irlanda, que, en una postura un tanto kafkiana, no quiere cobrarle más a la empresa estadounidense. Defiende su soberanía fiscal y acusa a Bruselas de inmiscuirse en su sistema legal. Dublín no quiere que el resto de las multinacionales se ven afectadas, ya qué parte de su éxito económico en los últimos años se basa precisamente en captar a estas empresas.

El máximo ejecutivo de Apple, Tim Cook, tachó la decisión de Bruselas de una “total estupidez política”. La empresa dijo que la multa “desafía el sentido común y la realidad y quiere introducir cambios retroactivos en la ley”. Legalmente, Apple sostiene que sus productos, servicios y derechos de propiedad intelectual se desarrollan en Estados Unidos y no en Irlanda.

A la espera de saber cuál será el veredicto final, hay que hacer unas consideraciones. En los últimos 3 años, desde que se impuso por primera vez la sanción, las circunstancias han cambiado. Muchos son los que quieren morder la manzana. Otra cosa es si esto puede influir a la hora de la decisión final.

Apple sigue operando desde Irlanda, pero la compañía ya no es la que era: es el doble de grande. Su capitalización bursátil se ha multiplicado por dos y ha llegado a superar el billón de dólares. Asimismo, sus beneficios se han incrementado de forma sustancial. En el 2016 sus ganancias alcanzaban los 45.000 billones de dólares. En el tercer trimestre de este año la empresa tenía en caja unos 210.000 millones de dólares, con lo que la multa representaría un pellizco de su tesorería. Apple es más rica todavía respecto a cuando fue sancionada. Cara a la opinión pública, puede que los políticos decidan tomar alguna medida fiscal.

Asimismo, el contexto internacional ha cambiado. El debate sobre la imposición de una tasa Google sobre las tecnológicas es cada vez más concreto. En Francia va a golpear el 3% de la facturación. En España hay un proyecto en el cajón y a escala europea se está buscando un acuerdo en el seno de la OCDE para el año que viene. Haya o no multa, puede que finalmente la firma de Cupertino tenga que pagar más para operar en Europa.

Y por último: la presión internacional sobre Irlanda y su generoso sistema tributario se está intensificando. El Fondo Monetario Internacional (FMI) hace un par de semanas acusó al país de ser, en la práctica, un paraíso fiscal encubierto. “Algunas multinacionales se aprovechan de los agujeros en la ley irlandesa al usar técnicas innovadoras de ingeniería financiera con nombres creativos, que implican transferencia de beneficios entre subsidiarias en Irlanda y Países Bajos en paraísos fiscales en el Caribe como destino final. Estas tácticas hacen pagar a las empresas menos tasas incluso evitarlas”, explicaba el FMI. ¿Hasta cuándo durará la excepción irlandesa? El culebrón continúa.

Piergiorgio M.Sandri  La Vanguardia Barcelona 22 septiembre 2019

 

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