Ecologistas en Acción hace público un dosier que señala como, en el quinto aniversario de la aprobación del Acuerdo de París, la comunidad internacional sigue muy lejos de cumplir con el objetivo de limitar el calentamiento global en 1,5 ºC.
Ecologistas en Acción hace público un dosier que señala como, en el quinto aniversario de la aprobación del Acuerdo de París, la comunidad internacional sigue muy lejos de cumplir con el objetivo de limitar el calentamiento global en 1,5 ºC.
El retraso de la agenda internacional no puede seguir siendo una excusa para que los países presenten compromisos más ambiciosos antes de que finalice el año 2020.
La recuperación de los efectos de la COVID–19 amenaza con apuntalar un sistema fósil y caduco que ha conducido a la situación actual, por lo que es necesario entender que la única salida posible tiene que pasar por una plena integración de los principios de justicia ecológica y social.
El próximo 12 de diciembre se cumplirán cinco años de la adopción del Acuerdo de París, un acuerdo internacional que pretendía darle un sucesor al Protocolo de Kioto en la lucha internacional para el descenso de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Las diferencias entre protocolo y acuerdo son notables, pero, sobre todo, este último instaura una nueva óptica de las negociaciones internacionales, al definir un proceso basado en la voluntariedad de los países y no en la aceptación de las medidas indicadas por los paneles científicos. Un proceso que está fallando en limitar las emisiones globales de GEI en 2030 y que conducirían a un calentamiento global muy superior a los 3,7 ºC.
Tras 25 convocatorias de cumbres climáticas, el descenso de las emisiones no llega. 2019 marcó un máximo histórico en las emisiones globales, y a pesar de los efectos del parón de la COVID–19 la tendencia de 2020 sigue el mismo patrón. Mientras tanto, el planeta da cada vez más señales de graves alteraciones climáticas: las lluvias torrenciales, los episodios de sequía y los grandes incendios forestales siguen alcanzando enormes dimensiones y terribles consecuencias. De hecho, este año será el tercero más cálido jamás registrado.
Con el objetivo de evaluar estas últimas informaciones, así como el estado de la lucha climática tras la cancelación de los eventos previstos y, en especial, de la COP26, Ecologistas en Acción hace público el dossier ‘El Acuerdo de París cinco años después: más cerca de superar los 2 °C’. Una publicación que se da dentro del proyecto ‘De Kunming a Glasgow, un año fundamental para el planeta’, que cuenta con el apoyo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico a través de la Fundación Biodiversidad.
El informe analiza cuál es el estado climático actual, los cambios en la agenda producidos a raíz de la COVID–19 y cuáles son los retos pendientes en la lucha climática. Entre ellos, a finales de año los países deberán presentar sus compromisos ante el Acuerdo de París. Estos deberán contener una estrategia en el corto plazo y otra que culmine en muchos países antes de 2050 con una completa descarbonización de su economía. Unos compromisos que en la actualidad se sitúan muy lejos de lo requerido, ya que conllevarían en 2030 una reducción de las emisiones en cuatro o seis gigatoneladas de carbono equivalente (GtCO2e) frente a la reducción de 32 GtCO2e que la comunidad internacional establece para mantener el incremento de la temperatura global en 1,5 ºC.
Tras la cumbre de Madrid-Chile, se esperaba que al menos la comunidad internacional presentara nuevos compromisos antes de la COP26 que se iba a celebrar en Glasgow, de forma que, se pudiera revisar e impulsar un incremento de ambición en la cumbre previo a la entrada en funcionamiento del Acuerdo de París. Sin embargo, esto no ha sido así y se hace imprevisible saber cómo afectará al calendario de revisión de los objetivos este año de retraso. Además, la cumbre en Glasgow acumulaba retrasos importantes, entre ellos solventar las discusiones pendientes como el desarrollo del artículo 6, que define los mecanismos y mercados de carbono, y cuya aprobación podría suponer una minoración de los objetivos ya endebles, además de acumular un largo historial de vulneraciones sociales y ambientales.
Así, este año 2020 que se preveía como fundamental para el planeta en términos de la lucha contra la pérdida de biodiversidad y el calentamiento global ha quedado en pausa mientras se afronta la crisis provocada por la COVID–19. Una emergencia sanitaria que ha mostrado la urgencia de actuar a tiempo y siguiendo las indicaciones científicas. Por ello, ante los paquetes de estímulos creados para superar el bache que ha supuesto esta situación, no hay que olvidar que apenas queda tiempo para afrontar la emergencia climática y que se deben dirigir todos los esfuerzos a adoptar modos de vida que quepan dentro de los límites planetarios. Resulta paradójico comprobar como en la pasada cumbre del G20 se comprometieron 233.000 millones de dólares para sustentar a la industria fósil, mientras que solo se comprometieron 146.000 millones de dólares para las energías renovables.
A pesar de que en los últimos meses se han ido iniciando importantes reformas legislativas en materia climática que acumulaban años de retraso, la ambición española sigue siendo insuficiente. La reducción del 20 % queda lejos del 55 % que sería necesario alcanzar en 2030 respecto a los niveles de 1990. Mientras, se adolece de una falta de planificación realista tanto en el despliegue de las energías renovables como en el impulso de otras estrategias sectoriales como el hidrógeno verde, que podrían llevar a nuevas burbujas especulativas con un elevado impacto ambiental y social. Una crítica de la que no están exentas las medidas de ayuda para la recuperación de la COVID–19, que deberían servir para afianzar proyectos auténticamente sostenibles, y no a empresas con un elevado impacto climático.
En este quinto Aniversario de la Cumbre de París, para Ecologistas en Acción no hay nada que celebrar hasta que existan políticas y medidas a la altura de las indicaciones científicas. Una falta de ambición que hace afianzar a la organización ecologista su compromiso con la respuesta que viene de la mano de la ciudadanía. Una ciudadanía que sigue movilizándose frente a la emergencia climática y que sigue creando proyectos capaces de sostener la vida desde lo local, lo cercano y lo humano.