El ingeniero industrial y ex Director General de Industria, Energía y Minas de la Comunidad de Madrid es otra voz escéptica respecto al ambicioso proyecto de España con el hidrógeno verde.
David Valle Rodríguez fue director general de Industria, Energía y Minas de la Comunidad de Madrid entre 2019 y 2021. Llegó al cargo de la mano de Ciudadanos y fue desplazado por el PP cuando rompió su alianza de gobierno.
Entró a la Puerta de Sol con perfil bajo y en silencio. Salió del mismo modo, ajeno a la crispación que generó aquella jugada política de Isabel Díaz Ayuso. Regresó a su puesto de director general de Metalúrgica Madrileña -histórica empresa de la región-, en la que trabaja desde 1991. Y también a la docencia: es profesor en la Universidad de Alcalá (UAH).
En mayo del año pasado, antes de la guerra en Ucrania y de la crisis energética que sufre hoy Europa, este ingeniero industrial escribió un artículo alertando sobre los límites y riesgos del hidrógeno verde, un vector energético considerado clave para descarbonizar las economías.
Desde entonces, la apuesta política y empresarial por este combustible renovable se ha multiplicado, sobre todo en España, que pretende convertirse en un potente «hub internacional».
Este viernes, en Alicante, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, acompañado por Emmanuel Macron y Antonio Costa, anunció los primeros detalles del conducto H2Med que, según las proyecciones, transportará unas 2 millones de toneladas de hidrógeno verde al año a Francia y Portugal a través de Barcelona y Zamora. El 50% de la financiación lo aportará la UE.
Parte del abastecimiento se producirá en España: el gigante mundial de transporte marítimo Maersk confirmó una inversión de 10.000 millones de euros producir dos millones de toneladas de metanol verde para 2030 en dos plantas ubicadas en Andalucía y Galicia. CEPSA, en tanto, pretende producir 300.000 toneladas al año de suelo ibérico.
El año pasado, cuando poco se hablaba del hidrógeno verde, escribiste un artículo muy ilustrativo sobre los límites de esta energía limpia. ¿Cuál es el talón de Aquiles del hidrógeno verde?
Tienes varios talones de Aquiles. Y son peligrosos y delicados porque el hidrógeno verde se está vendiendo como la panacea y la solución a todos los problemas. Y nos puede pasar como en tantas otras aventuras que no hemos planificado bien. El hidrógeno no es una fuente de energía, no se encuentra en el medio ambiente. Tenemos que obtenerlo o del gas natural o de otras vías. Y necesitamos agua, lo que supone un consumo de energía muy importante. Tiene que ser agua relativamente limpia. La duda es: ¿tendremos suficiente agua y energía verde para la escala que se presente? Eso es lo que uno pide que se estudie. No es que estemos a favor o en contra del hidrógeno. Estudiemos antes las limitaciones. Un aspecto que se menciona poco: el hidrógeno destruye el agua, porque la fragmenta. Luego se recupera cuando se produce la combustión en el coche. Pero esto rompe el equilibrio hídrico. Cuando se utiliza agua en un proceso de refrigeración, una fundición, por ejemplo, el agua se calienta, se enfría y vuelve al río tras pasar por una depuradora. Sigues teniendo el agua. Pero si coges el agua y la destruyes en hidrógeno y oxígeno. Y luego la combustión se produce en un coche ubicado en otra zona, lejos de la fuente de agua, ya no tienes equilibrio hídrico. Ya estás perdiendo ese agua. Es delicado el tema. Reitero: muchos estamos pidiendo que se estudien estas cosas.
La enorme cantidad de energía renovable que hace falta para producir las millones de toneladas de hidrógeno verde que se proyectan para las próximas décadas es otro escollo, ¿no?
Exacto. Almacenar la energía solar y eólica es complejo y caro. Necesitamos que nos sobre electricidad para generar hidrógeno. Y si queremos tener cada vez más electrificada la economía, si queremos tener cada vez más electricidad la movilidad, más electrificado los hogares, no vamos a tener el excedente que necesitamos para producir un hidrógeno verde que se quiere usar para mover trenes, barcos, camiones y distintos procesos industriales. La energía renovable y el agua son dos problemas, a mi juicio, graves. Y claves. Pero hay más: la eficiencia es otro problema. Estamos hablando de procesos termodinámicos en los que no toda la energía se aprovecha. Mucha se pierde. Otro más: el hidrógeno es una molécula muy pequeñita que se escapa por las juntas. Las tuberías tienen que estar especialmente preparadas. Eso requiere un desarrollo tecnológico muy importante. El hidrógeno produce fragilidad en el acero. La tecnología puede resolverlo, sí. Pero no tan sencillo. No es que podemos decir pongo un gasoducto y ya. Una tubería para transportar hidrógeno tiene una complejidad mucho mayor.
Por lo que dices, eres escéptico con el H2Med, el corredor de hidrógeno que va a unir España con Francia anunciado con bombos y platillos.
Me hago una pregunta: ¿En qué sentido pensamos que se va a transportar ese hidrógeno? Se dice que España va a nutrir de hidrógeno a Francia. Ojo que no sea al revés. Que Francia con su potencia nuclear (el hidrógeno también se puede producir con energía atómica), más allá de los problemas serios que están teniendo ahora mismo, y con la cantidad de agua que tiene (España tiene una situación delicada de sequía), pueda producir más hidrógeno. No lo sabemos. Por eso la necesidad de estudiar en detalle todos los límites. No nos puede pasar lo que nos pasó, por ejemplo, con los aeropuertos, que hemos construido un montón porque eran el futuro y la planificación no fue buena. Hay que tener cuidado en no invertir enormes cantidades de dinero en desarrollar masivamente una tecnología, en este caso el hidrógeno verde, sin tener en cuenta sus límites. Eso no significa que uno esté en contra de que se invierta y se desarrolle esta tecnología. Pero no podemos dejar de advertir que la escala proyectada no parece nada realista.
¿Cómo se explica con limitaciones tan evidentes que gobiernos y multinacionales nos vendan que el hidrógeno verde es clave para consumar la transición energética?
En primer lugar porque se ve como una esperanza en este contexto de crisis energética, económica y climática. En segundo lugar porque es una energía que vende mucho de cara al público, a la sociedad. En tercer lugar porque si Europa pone mucho dinero en juego, hay que desarrollar esa tecnología. El potencial de negocio es enorme y es totalmente lícito, claro. Los responsables políticos son los que tienen que estudiar muchos factores: cuánto hidrógeno vamos a necesitar, cuánto vamos a convertir de movilidad tradicional a movilidad de hidrógeno, cuánto energía y agua nos va a hacer falta. ¿Si cogemos agua de un río, el Duero por ejemplo, podemos prescindir de ella? Necesitamos más estudios. A lo mejor con los resultados de estos estudios nos damos cuenta que el plan del hidrógeno verde es muy ambicioso para la capacidad geológica y física de este país.
Ve lejos entonces a España como un hub exportador de hidrógeno verde.
Más ambicioso y complejo todavía. Al hidrógeno hay que producirlo y moverlo. Volvemos a lo mismo. ¿Vas a tener agua y energía para producir y para transportar? Para este plan hay que construir una red enorme de hidrogeneras con el desarrollo tecnológico que eso supone. Estamos hablando de proyectos muy caros. Tienes que tener los depósitos, las plantas de generación, los transportes. Tienes que tener además la prevención de las posibles fugas en espacios confinados. ¿Vamos a tener hidrogeneras en España cada tantos kilómetros como tenemos hoy gasolineras? A lo mejor es el futuro. O a lo mejor no lo es. Estudiar e investigar. No hay otra opción.
¿Por qué los gobiernos e instituciones se han saltado este paso, el de la investigación, antes de esta proyección a grandísima escala?
No lo sé. Es necesario que estos estudios lo hagan técnicos independientes, que no tengan intereses económicos en el hidrógeno verde. Y que estos estudios sean comprobados por pares, que sean trabajos científicos contrastados. En España hay científicos y universidades preparadas. No vale la opinión de un político que diga «es que también se pierde agua cuando producimos baterías». Necesitamos estudios técnicos. Lanzo una hipótesis al tener estos estudios en mano: a lo mejor a España le interesa más dedicarse a un nicho particular del hidrógeno verde. Especializarse en una faceta, como los trenes a hidrógeno, o una aplicación industrial específica. Nichos más realistas en contraste con esta idea de querer abarcarlo todo con el hidrógeno verde.
Entiendo además que este plan de «abarcarlo todo» es sinónimo de conflictos.
Así es. Me gusta esta frase: en el campo tenemos que pensar si plantamos electrones o melones. Esta puja es una fuente de mucho conflicto. Estás ocupando terreno de cultivo para generar energía. No digo que sea mejor una cosa que la otra. Solo digo que ahí hay un conflicto. Cuanto más energía eléctrica necesitemos, más plantas fotovoltaicas y más molinos eólicos vamos a necesitar. Vamos a ocupar más terrenos y vamos a desplazar a la agricultura. ¿Vamos a llenar España de placas solares y nos vamos a quedar sin producción de trigo? ¿Queremos eso? Hay que valorarlo. De nuevo: estudiar y admitir límites.
Admitir límites es disruptivo. ¿Podemos los países desarrollados sostener el actual modelo de producción y consumo ante estos límites?
Es todo un debate. Por lo pronto creo que hay mucho margen para mejorar la eficiencia. Un ejemplo propio. Hace poco se estropeó la caja de cambio de mi coche, un monovolumen. Pensé en comprarme un coche nuevo. Diésel, pecado. Gasolina, tampoco. ¿Eléctrico? Ahora mismo no me da una solución para un coche familiar. Si tengo que ir con un coche eléctrico a Alicante con la familia, con todas las maletas, con el aire acondicionado, tendré que parar muchas veces. Me decidí por arreglar el coche. Es más eficiente un coche nuevo de combustible tradicional que, mira lo que voy a decir, un coche ecléctico. Hay un concepto que poco tenemos en cuenta. Lo que los americanos llaman «from the well to the wheel», del pozo a la rueda. La fabricación de un coche eléctrico, producido con fuentes fósiles, genera muchas emisiones. De esto se habla poco.
¿Está preparado el capitalismo global para admitir que el hidrógeno verde y las demás fuentes de energía renovable no alcanzan para sustituir los combustibles fósiles?
El problema más grave lo vamos a tener si admitimos esto demasiado tarde. Si lo hacemos pronto, hay margen. El problema es llegar tarde. Pienso que tenemos tiempo. Recién se ha proyectado este gasoducto de hidrógeno verde entre España y Francia. Estamos a tiempo de tomar medidas, de rectificar, de cambiar, de saber las consecuencias. Yo me quedaría tan contento si los estudios demuestran que tenemos capacidad suficiente de energía y agua para generar toda la cantidad de hidrógeno verde proyectada. Sería estupendo. Lo que no podemos es empezar a caminar por la selva sin saber si detrás hay un precipicio.
Muchas voces advierten de otro problema detrás del hidrógeno verde, ya no técnico sino geopolítico: el «colonialismo energético». ¿Coincides?
En el artículo que mencionaste al principio de la entrevista hice mención a esto. Alemania, consciente de estas limitaciones, se planteó en su día construir una central hidroeléctrica en el río Inga, una parte del río Congo en la República Democrática del Congo. Se proyectó una central de 44 GW de potencia, la mayor del mundo, con el objetivo de generar electricidad para destinarla a producir hidrógeno que, una vez licuado, se transportaría hasta Alemania. Tengo entendido que el proyecto está paralizado. Pero no deja de ser significativo cómo se planteó. Estamos hablando de un proyecto que iba a provocar un grave daño en un extenso ecosistema de gran riqueza Un proyecto que iba a destruir los hogares y el modo de vida de decenas de miles de personas para generar un mal llamado hidrógeno verde que ni siquiera Europa tiene la garantía de poder transportarlo con eficiencia.
¿Europa tiene que admitir que tal como está planteada la transición energética no le va a alcanzar con sacrificar otros territorios, como venía haciendo hasta ahora? En Cáceres, por ejemplo, hay un conflicto muy fuerte por la mina de litio que se quiere abrir a dos kilómetros del casco histórico.
En el tema de la minería discrepo un poco. Lo sé por mi experiencia en la Comunidad de Madrid. En España se lleva un control muy pero muy exhaustivo. Hay planes de restauración que se cumplen. Y hay supervisiones muy estrictas y cercanas. Es cierto que la experiencia global marca experiencias lamentables. Hacer una mina en medio de un parque natural o en una zona de sequía, como puede ser el caso de Cáceres, tal vez no sea lo más adecuado. Mi reflexión es a nivel general. Otra frase que me gusta: «queremos tomates de kilómetros cero, pero no queremos áridos de kilómetro cero». La minería más importante en España es de árido para la construcción. Nadie quiere tener una planta de árido cerca. Pero el árido hay que obtenerlo. La otra opción es importarlo y generar la contaminación por transporte. El litio si no lo sacamos de aquí hay que importarlo de Bolivia, por poner un ejemplo. Es un tema complejo. Pero puedo dar fe que la minería en España tiene unos controles muy pero muy exhaustivos.
Siguiendo con la preservación de los territorios. ¿Cuál es tu postura en un debate que empieza a generar chispas en muchas CCAA en relación a la velocidad del despliegue de las renovables? ¿Hay que priorizar la conservación o el desarrollo?
Un desarrollo descontrolado sin tener en cuenta el impacto ambiental y social de cualquier actividad al final es perjudicial. A corto plazo puede dar alguna solución. A largo plazo se pegan las consecuencias. En La Rioja, por ejemplo, hay gente que ya no está invirtiendo en las bodegas por la proliferación de molinos y de plantas fotovoltaicas. El equilibrio es difícil, pero hay que buscarlo. Desarrollo y conservación de los territorios tienen que ir de la mano.