Como cada año desde hace treinta años, el 9 de mayo se celebra el Día de Europa, una Jornada de puertas abiertas de la UE, cuyo objetivo es ensalzar el proyecto de integración de los estados europeos.
Repasando la historia de la U.E. cabe preguntarse, si al día de hoy, queda algo de aquel proyecto fundacional, que fue imaginado por muchos ciudadanos europeos como una alternativa frente al modelo unilateral, intervencionista y expoliador de Estados Unidos. Un espacio de equilibrio político y estabilidad económica, que pudiera actuar como un referente en los ámbitos de la democracia, la justicia social, la solidaridad entre los pueblos o el respeto de los derechos humanos.
Pero, desde el principio, nuestros mandatarios se dieron prisa por trastocar los pretendidos principios de progreso social y democrático, sustituyéndolos por un sistema de gobernanza fundamentado en la ideología neoliberal.
Y cuando llegaron las quiebras de bancos y la crisis de la deuda, producida por la complicidad de los bancos centrales frente a la voracidad de las entidades financieras, nuestros mandatarios europeos se pusieron del lado de los bancos y aplicaron las políticas de ajuste y de “austeridad por decreto” que castigaban a las clases sociales mas desfavorecidas. De esta manera se imposibilitaba que los países miembros pudieran mantener un nivel adecuado de gastos públicos y de redistribución de rentas, al mismo tiempo que se ponían límites a la capacidad soberana de los estados miembros para financiarse vía endeudamiento, se abría el camino a la usurpación de lo común por parte de las transnacionales, y se favorecía la evasión fiscal de las TNCs a través de los paraísos fiscales.
De esta manera se abría paso a la “Europa de la austeridad y de la deuda”, para la mayoría, a la Europa del desempleo y de las desigualdades y la concentración de la riqueza en unas pocas manos y a la Europa de la pobreza y de la exclusión social de una importante franja de la población europea.
Es la Europa del crecimiento insostenible, cuyo modelo económico, social y medio ambiental europeo lleva en sí el germen de la desintegración de Europa. Un modelo que hay que desmontar, ya que no puede consolidarse como el escenario de futuro de la UE, ya que imposibilita un desarrollo equilibrado del conjunto de la Unión, propiciando un sistema económico injusto y desigual, en el que la convivencia y la democracia se degrada, y se hacen cada vez más evidentes los enfrentamientos y las desigualdades sociales entre países y personas.
Ahora, bajo el señuelo de salir de la crisis y generar crecimiento económico, empleo y desarrollo, se pretende una nueva vuelta de tuerca que amenaza los derechos y los intereses sociales de los ciudadanos europeos. Se trata del TTIP o ATCI (Asociación Transatlántica de Comercio e Inversión), el nuevo tratado comercial y de inversión con los Estados Unidos, impulsado por los lobbies transnacionales, que es considerado como el mayor peligro que acecha a los ciudadanos europeos. Con el TTIP se quiere llegar a una completa desregulación del mundo de los negocios, asentando un modelo usurpador-depredador de la economía, que pone por encima de las personas y del medio ambiente los intereses del capital.
Aunque todavía se está en la fase de unas negociaciones criticadas por su opacidad y falta de representación democrática, ello no obsta para que se estén poniendo en marcha prácticas y directivas comunitarias que infringen normas europeas vigentes en materia de legislación laboral, protección del medio ambiente, incorporación de genéricos y otras políticas sanitarias, transgénicos, fracking o la promoción de prácticas agrícolas insostenibles. Antes de entrar en vigor el polémico mecanismo de solución controversias Inversor- Estado ( ISDS), ya están proliferando las demandas a los Estados por parte de las multinacionales y se están dictando sentencias condenatorias contra los mismos.
Por ello es cada vez es mayor el desinterés o la desafección de los ciudadanos europeos y españoles hacia sus instituciones domesticadas, en particular hacia la Comisión Europea, el BCE, el Parlamento Europeo o el tribunal de Estrasburgo. Y es que la Unión Europea se ha convertido en una superestructura deslegitimada, que funciona al margen de los intereses de los trabajadores, de los ciudadanos y de los pueblos. Y eso es así porque la construcción de Europa se ha hecho sobre una base tecnocrática y autoritaria, que excluye a los europeos del debate del modelo social que quieren darse, así como de la elaboración de las directrices de la política económica.
Hubiéramos deseado que en este día se abrieran las puertas a otros temas de más enjundia, y ,sobre todo, a deliberar entre todos sobre la gravísima crisis económica, política, social y democrática por la que atraviesan la UE y los países que la conforman, entre ellos la crítica situación a la que se ha conducido a Grecia, pero también a España, que no son sino el reflejo del fracaso de la crisis de identidad y de valores democráticos y sociales que reflejan la trayectoria equivocada tras cincuenta años de existencia. Una crisis consentida e impulsada por las élites burocráticas de la UE, que han pasado de la tecnocracia iluminada de los años 50 a la gobernanza neoliberal /ordoliberal que nos rige.
Es en esta circunstancia es cuando más nos damos cuenta de que existen otras opciones y otras alternativas posibles, y es también el momento de tomar conciencia de que necesitamos un cambio de modelo económico, político y social y medioambiental, que ponga en primer lugar a las personas y al planeta frente a los intereses de los poderes económicos y financieros.
Ricardo Gómez Muñoz
Attac Catalunya