El fruto de la corrupción es un producto muy escurridizo y el sistema financiero global facilita enormemente esta huida
Hemos leído con estupor en la prensa que un señor de pelo engominado, ex tesorero de un importante partido del país, llegó a acumular fondos en Suiza por importe de más de 48 millones de euros, presuntamente obtenidos en su mayor parte de forma ilícita. Ante este hecho el ciudadano medio, con la duda razonable de cómo es posible enriquecerse de esta manera sin infringir la Ley, exclama: ¡que vayan a la cárcel! Ahora bien, el mismo ciudadano recuerda cómo estos delincuentes pisan la prisión de forma más bien esporádica, para ellos contratan a los más selectos abogados, además las pruebas son escasas, la colaboración para encontrarlas lo es más y a veces los jueces son poco contundentes con los delitos de corbata. Por ello la pregunta definitiva que hace el ciudadano medio es: ¿y cuando se recuperarán el dinero robado? Pues bien, probablemente nunca.
El fruto de la corrupción es un producto muy escurridizo y el sistema financiero global facilita enormemente esta huida. El ciclo de la corrupción más habitual se repite de forma mecánica: dinero de los presupuestos públicos obtenidos con nuestros sufridos impuestos, va a parar a manos de desaprensivos mediante diversos subterfugios, que lo hacen llegar al partido no sin antes cobrar una nutrida comisión. Una vez obtenido la mordida correspondiente, el corrupto no tiene bastante y busca como esconder su tesoro, que en ocasiones llega a ser cuantioso y poco discreto. El recuerdo del procesamiento de Al Capone por evasión fiscal todavía está presente, así que hay que buscar un escondite seguro, y caray, si además no se pagan impuestos por el fruto del robo, pues mejor que mejor. La última fase consiste en el blanqueo, mediante ingeniosos movimientos de empresas constituidas en lugares exóticos, puede disponer del fruto del delito con relativa tranquilidad. Este ciclo está descrito de forma muy didáctica en el auto de prisión del Juzgado Central de Instrucción número 5 de la Audiencia Nacional (caso del señor con pelo engominado)
Hace unos años los piratas del caribe debían esconder los tesoros en islas desiertas y luego plasmar su ubicación en un mapa que custodiaban celosamente con su propia vida. Actualmente las cosas se han sofisticado un poco: nuestros piratas modernos llevan trajes a medida, tablet, y han cambiado el loro y la pata de palo por asesores, directores de Banco, trusts, fundaciones y una multitud de territorios refugio donde pueden esconder su dinero con una seguridad casi absoluta. Una investigación ardua puede localizar por donde ha pasado el dinero, pero difícilmente se puede llegar a recuperar el botín. Actualmente los tesoros robados ya no viajan en un pesado cofre , sino que se mueven con un iphone 5, y mediante el uso de ingeniosas figuras financieras, los corruptos pueden conducir coches de altísima gama, navegan en yates de esloras descomunales y disfrutan de mansiones en Marbella dignas de un reality show , todo a nombre de una fundación panameña que gestiona fondos suizos . ¿Y qué pasa si la justicia lo investiga? Pues no hay problema, el dinero viajan a la velocidad de la luz, y los papeles a la velocidad de la burocracia. En el caso antes mencionado, el juez de instrucción realizó un requerimiento a un Banco suizo, que en primer lugar avisó al cliente y después de sólo 3 años informó a las autoridades españolas, cuando una parte importante del dinero ya habían dado seguramente varias vueltas al mundo con un simple clic de ordenador. Los jueces imponen fianzas astronómicas, a ver si el pirata mueve el cofre y así se le puede localizar, pero no hay suerte, unos meses en prisión no son nada comparado con la tranquilidad de saber que el botín estará fuera el alcance de la justicia. Los investigadores pero aún siguen el rastro del dinero: ¿Uruguay? ¿Argentina? ¿Delaware? (que por cierto, es el paraíso fiscal numero 1 del mundo, precisamente porque es el menos transparente). Ahora bien, con estas circunstancias antes el Coyote enganchará el Correcaminos, que se puedan localizar gran parte del dinero robado.
Si nuestra respuesta en la lucha contra el fraude es enviar inspectores fiscales a las bodas, bautizos y comuniones, o aumentar las penas por la venta en el top manta, mientras el 94% de las compañías del IBEX operan en paraísos fiscales, según el estudio que elabora cada año el Observatorio de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) y los casos de corrupción política se multiplican sin hallar un freno al respecto, está claro que como sociedad tenemos un grave problema sin solucionar
Según la OCDE en su documento elaborado sobre la integridad en la contratación pública, el secretismo fomenta la corrupción. Los paraísos fiscales, a parte de ser territorios con nula o baja tributación, son paraísos porque no comparten información y suelen tener un normativa interna muy laxa en los controles y registros de entidades. Existe una multitud de territorios, cada uno con su régimen jurídico: un bloquea información sobre las cuentas, otro oculta completamente los propietarios de una sociedad, otro utiliza cualquier excusa para no dar ningún tipo de información a los investigadores, y todo esto se combina con la ayuda de profesionales del sector jurídico y económico del más alto nivel sin que hasta ahora, se hayan puesto soluciones reales a este problema global. Si el pirata actual puede robar pero le resultara imposible ocultar su botín, tendríamos uno de los mecanismos más contundentes de prevención de la corrupción. Pero si el fruto del delito puede ser fácilmente ocultado, y aunque el delincuente sea condenado, difícilmente se podrá recuperar el botín, estamos ante un mal que ya resulta endémico. Los paraísos fiscales no sólo sirven para no pagar impuestos, sino que son el combustible de muchas actividades ilícitas. Para luchar contra la corrupción de verdad, hay que luchar de forma efectiva contra los paraísos fiscales. Mientras no se haga, los delincuentes continuarán moviéndose con total impunidad su botín, y mientras los ciudadano medio observa perplejo como el estado del bienestar no se puede mantener, dicen, por falta de presupuesto, un sonriente corrupto pasa unos meses de descanso tras los barrotes pensando que por mucho que busquen, nunca encontrarán su tesoro.
Alex Madariaga Venegas
Miembro de ATTAC Cataluña
Funcionario en excedencia del Cuerpo de Inspección y Técnica Tributaria de la Agencia Tributaria de Catalunya