La economista que predijo la crisis financiera cree que habrá una gran batalla antes de que los ciudadanos recuperen el poder sobre el sistema financiero que, no obstante, considera que les corresponde porque los bancos no existirían sin el apoyo de los contribuyentes.
El Boletín 06 de agosto de 2017 David Penado
Ann Pettifor nació en Sudáfrica, pero esta analista del sistema financiero global desarrolla su actividad esencialmente en el Reino Unido. Es la directora del Policy Research in Macroeconomics (PRIME) y miembro del ‘think tank’ New Economics Foundation o del Green New Deal Group, desde donde promueve una serie de políticas para abordar el cambio climático y la crisis financiera. Además, ha asesorado a varios gobiernos sobre reestructuración de deuda soberana y desarrollo sostenible; y desde 2015, tras la llegada de Jeremy Corbyn al liderazgo laborista, colabora con el Comité Asesor de Economía del partido británico.
Esta economista es también una de las pocas que predijo la crisis financiera en varias publicaciones, incluyendo su obra de 2006, «The Coming First World Debt Crisis». En su último libro, «La Producción del Dinero: cómo acabar con el poder del dinero», explica el invento de la Historia que, se señala, «peor ha sido comprendido: el sistema monetario». Asimismo, defiende que las democracias pueden y deben reclamar el poder que les corresponde sobre las finanzas.
En esta extensa entrevista con EL BOLETÍN, que será publicada en tres partes, Pettifor, quien estuvo en El Escorial para participar en el Curso de Verano de la Universidad Complutense (UCM) patrocinado por Podemos, «Transformar la Economía, Transformar la Sociedad», analiza éstas y otras cuestiones, como las últimas elecciones británicas, el Brexit, o la situación española en el contexto europeo.
Antes de esta entrevista, he estado viendo un vídeo en Internet que creo que es muy significativo: en él, usted explica como esta famosa comparación entre el presupuesto de un Estado y el de una familia que tanto hacía George Osborne, demostraba dos cosas: que era un buen político, pero un pésimo economista. ¿Podría explicarnos ésto?
La idea de que el presupuesto de un Gobierno es como el de una familia es lo que en economía llamamos falacia y es una forma muy simplista de entender cómo funciona un Gobierno. Por otra parte, es también ideología. La intención de George Osborne nunca fue la de equilibrar el presupuesto. De hecho, la deuda pública ha aumentado con la austeridad; por lo tanto no ha sido una política exitosa para rebajar la deuda, pero sí lo ha sido para reducir el papel del Estado. Esta era su auténtica ambición ideológica y, en particular, estuvo muy satisfecho de encoger el Estado del bienestar para los pobres. David Cameron dijo que iba a matar la regulación y ahora estamos viendo las consecuencias en casos como el de Grenfell Tower.
En su última libro, «La Producción del Dinero: Cómo acabar con el poder del dinero», usted explica cómo todo esto tiene que ver con una falta de comprensión de cómo funciona el dinero.
Sí, esta comparación de Osborne es un error común a la hora de entender cómo funciona el Gobierno, pero también lo es sobre qué es el dinero y cómo funciona. Si no se comprende la naturaleza de la moneda o del crédito, entonces es fácil pensar que el Gobierno tiene en un lado sus gastos y en el otro sus ahorros que consisten en los ingresos de los impuestos y que sólo se puede gastar tanto como se recauda. Pero esto supone ignorar que detrás del Gobierno existe un banco central que tiene la habilidad de financiar el gasto público, pero manteniendo el coste del préstamo increíblemente bajo. Esto lo hemos estando viendo en la crisis con la expansión cuantitativa.
Así que es realmente un enorme problema que el mundo de la política y la economía no entiendan la naturaleza del crédito y del dinero, que piensen en el Gobierno como en un hogar familiar, y que así nos hayan traído la austeridad. La ironía, y esto se aplica en particular a España, es que la crisis no estuvo causada por los déficits públicos. La deuda pública aquí era extraordinariamente baja como porcentaje del PIB, creo que estaba en el 36%. Por tanto, no tenía nada que ver con eso, sino que fue causada por el sistema financiero y los bancos. Pero la ironía es que la austeridad que traspasó la culpabilidad de la crisis a los Gobiernos desde los bancos es exactamente lo que está haciendo que los bancos quiebren. Por ejemplo, el Banco Popular ha quebrado por los préstamos morosos que no se están pagando por la caída de ingresos de los prestatarios, cómo lo están haciendo en toda España. Como consecuencia, unas políticas diseñadas para disminuir el papel del Estado y dañar a los pobres, acaban dañando también al sistema financiero y a los bancos como hemos visto en el caso del Popular o en el de los bancos de Venecia. Y, por supuesto, esto es lo que causará la próxima crisis.
Sin embargo este tipo de metáforas, como la usada por Osborne, son muy efectivas ¿Cuál es la forma en que se les puede hacer frente?
Es muy difícil porque la narrativa se origina en la política pero también lo hace en la profesión económica donde es realmente chocante que no se enseñe sobre dinero, bancos y deudas en los cursos de la Universidad. Si coges cualquier manual de macroeconomía, verás que no se discute sobre esos temas. Así que para cambiar esa narrativa, hay que educar a la gente. En primer lugar, a los propios economistas a los que hay que enseñarles sobre dinero, bancos y deudas. La gran tragedia es que las sociedades sí entendían el sistema monetario hace ya mucho tiempo: lo hacían los banqueros florentinos o los holandeses, por ejemplo. O un brillante economista británico llamado John Law. Desafortunadamente, era también un mujeriego y acabó matando a un hombre en un duelo, además de un jugador porque tenía una mente tan brillante que podía calcular lo que iba a pasar en la mesa de apuestas… claro, nada de esto ayudó a su reputación. Además, fue a Francia a ayudarles a establecer su sistema monetario y todo salió del revés. Pero el hecho es que ya en 1705, John Law entendió que el dinero no era una mercancía como la plata o el oro, o ni tan siquiera una moneda. El dinero no es nada más que una promesa de pago y es esa promesa lo que se representa a través de una ficha como puede serlo un billete, una tarjeta de crédito o de débito.
Resulta paradójico que hoy, por ejemplo, la gente utilice sus tarjetas de crédito cada día sin entender el dinero. Cuando vas a una tienda y utilizas tu tarjeta, lo que básicamente ésta hace es a avalarte; lo que hace es decir que confía en que pagarás. Es una promesa de pago. Se basa en un contrato con el banco por el que cualquier deuda en la que incurras la pagarás y que, además, está respaldado por el sistema de Justicia. Pero cuando el dependiente te devuelve la tarjeta y la guardas en tu bolsillo; en realidad, no habéis íntercambiado nada. No le has entregado dinero, tan solo una promesa de pago; pero eso te está dando poder de compra y al tendero la posibilidad de vender un producto. Este es el milagro del sistema monetario. Y sé, porque he trabajado en países de África, que sin sistema monetario no hay poder de compra y los comerciantes no pueden ganar dinero. Donde no hay sistema monetario, no hay dinero. Es así de simple.
Esto supone una forma muy distinta de ver cómo funciona el sistema…
Una vez entendemos que el dinero se crea de esta manera, entendemos también que los bancos lo pueden hacer sin esfuerzo; no es como cultivar tomates o producir un iPhone, que son tareas complejas que requieren ingeniería. Por lo tanto, lo que hacen los bancos es fácil si lo comparamos con lo que hacen los granjeros o los ingenieros, por ejemplo. Y, por eso, es por lo que necesitan ser administrados y regulados.
En su último libro habla también del rol que deberían jugar las mujeres y los ecologistas a la hora de reformar el sistema monetario y financiero…
Una cosa que me enfada mucho es que se les diga a las mujeres que no hay dinero para educación infantil, o para el cuidado de los ancianos con alzheimer o con demencia, o tampoco para que nuestros hijos puedan ir a la universidad o vivir en una casa que puedan pagar. Y a los ecologistas se les dice: «lo siento, no hay dinero para protegernos del cambio climático. No podemos construir parques eólicos, ni prevenir pérdidas de eficiencia energética en nuestras casas o invertir en prevención de desastres naturales, porque no tenemos dinero». Todo eso es mentira en un sistema monetario desarrollado como el que tiene España, donde nunca hay escasez de dinero. Y si no me crees pregúntale a los banqueros porque ellos han recibido billones de dólares después de la crisis y esos dólares no han venido de los impuestos. El Gobierno no fue pidiendo dinero a los contribuyentes para después con ese dinero poder rescatar a los banqueros. Cuando el Gobierno tiene que gastar dinero en una crisis, en una guerra o en un accidente, no va pidiendo dinero a sus contribuyentes. En su lugar, utiliza su capacidad de tomar prestado, apoyada por el Banco Central. Así que también podría invertir en granjas eólicas, o en residencias para los ancianos o en eficiencia energética.
Y el milagro de todo esto es que cuando el Gobierno gasta, ese gasto se paga sólo. Por ejemplo, emplea a una enfermera para que cuide de los ancianos, lo que es una contribución para la sociedad. Eso es valioso. Pero también al final del mes, ella paga impuestos que van al Gobierno y le ayudan a pagar su deuda. Incluso es todavía mejor: con su dinero, ella va a comprar, y paga IVA y otros impuestos. Ese dinero también regresa al Gobierno. El tendero obtiene un beneficio sobre el que pagará un impuesto y ese dinero también vuelve al Gobierno. Así que ella está ayudando a pagar su salario. Esto es muy diferente si eres tú quien emplea a una enfermera, porque nunca recibes ese dinero de vuelta. Pagas un salario mensual y lo que recibes a cambio es cuidado para los ancianos, pero el Gobierno recibe mucho más. Además, siempre puede incrementar su recaudación si tiene un sistema fiscal bien desarrollado. Si la gente que está en los mercados, los compradores de bonos, saben que el Gobierno tiene contribuyentes a los que recurrir para pagar su deuda; piensan que la suya es la mejor apuesta del mundo. Si le presto dinero a una persona y no estoy segura de si tiene un trabajo o lo va a seguir teniendo, estoy tomando un riesgo; pero cuando presto al Gobierno británico, español o estadounidense no existe ese temor, porque, por ejemplo, aquí tenéis, creo que como 30 millones de contribuyentes.
Así que financiar el cuidado de los ancianos o de nuestra infancia o protegernos del cambio climático, puede hacerse sin temor a una escasez del dinero. Salvo que el Gobierno practique la austeridad y se acabe despidiendo a las enfermeras o a los trabajadores de la construcción porque entonces no tendrá ingresos fiscales. Es entonces cuando el déficit y la deuda subirán, y no podrá refinanciar la deuda. Se necesita aumentar el empleo y, sobre todo, los empleos de calidad, porque un empleado al que le pagan bien, paga más impuestos y así se puede disminuir la deuda. La mejor forma de subir la recaudación es subir los salarios y aumentar el empleo. Es trágico que estemos malgastando el talento de nuestra juventud por esta mitología de la falta de dinero.
La réplica conservadora a todo esto sería: «de acuerdo, el Gobierno puede crear todo ese dinero, pero eso provocará una inflación masiva».
Sí, existe ese argumento. Pero lo primero, es que el Gobierno no crea dinero: lo pide prestado a los mercados. La mayoría del dinero que se crea en la economía es creado por los bancos privados; no por los bancos centrales, que crean una cifra en torno al 5% de la oferta monetaria. Todo el dinero en la economía es creado cada vez que un banco hace un préstamo. Así que si te preocupa la inflación, y yo también me preocupo por la inflación, entonces controla el ritmo al que los bancos están creando crédito y para qué lo están creando. En Reino Unido tuvimos inflación bajo el Gobierno de Thatcher porque ella liberalizó el sistema bancario. Eso supuso que los bancos podían crear crédito sin restricción y dado que esto es algo tan fácil y que la desregulación les dio el poder de fijar el precio del crédito, se volvieron locos y le prestaban a cualquiera que lo solicitaba. Si querías dinero para apostar, ellos te daban dinero porque te podían fijar cualquier tipo de interés. Pero si querías dinero para una granja eólica o algo productivo, entonces no estaban interesados porque les llevaría más tiempo obtener beneficios de ese préstamo. Es el exceso de dinero persiguiendo a escasos bienes y servicios lo que crea la inflación. Eso es lo que le debemos responder a los conservadores. Entonces, para evitar la inflación hay que gestionar la creación del crédito, porque de ahí es de dónde viene el dinero: de los bancos privados.
En estos momentos, tenemos una gran inflación y los conservadores no dicen nada, porque ¿dónde está esa inflación? Tenemos inflación en los precios de la propiedad, en los mercados de valor, en las acciones y en los bonos. En otras palabras, en los activos. ¿Y quién los posee? Los ricos. ¿Y quién se queja sobre eso? Desde luego, no los conservadores. No dicen una palabra sobre eso. Pero si los salarios suben y los precios suben, entonces ellos vienen y atacan con saña a la gente que intenta lidiar con un entorno inflacionista. Así que su doble estándar es francamente horrible.
Esto que está explicando lo estamos viendo también en los deportes, en el fútbol en particular…
Efectivamente, los precios de los activos están subiendo a una escala altísima en propiedades, obras de arte, carreras de caballo, coches de antigüedad… Cualquier cosa que sea un activo. Todo lo que tiene que ver con deportes. Los jugadores de fútbol son activos porque generan ingresos; y ¿los conservadores se quejan sobre esa inflación? No dicen nada. El problema con esa inflación es que tú, yo, o la gente corriente con bajos ingresos, que además están disminuyendo, no se pude permitir comprar una casa o una obra de arte, etc. Así que este argumento sobre la inflación me parece muy hipócrita y tenemos que decírselo a los conservadores. Si quieren gestionar la inflación, tienen que regular los bancos. Por ejemplo, en torno a 2/3 de los préstamos del sistema privado en Gran Bretaña son para propiedades. ¿Por qué? Porque están especulando. Ellos creen que los precios de la propiedad van a subir siempre, así que pueden meter el dinero en cualquier propiedad de Londres y provocar un alza de precios.
Así que ¿deberíamos volver a vincular el sistema financiero con la economía real?
Sí, porque lo que está pasando ahora es que los bancos están prestando con fines especulativos. Si por ejemplo un brillante ingeniero acude a ellos con una brillante idea y quiere ponerla en marcha, no puede porque los tipos de interés son muy altos. Los bancos no están prestando al sector productivo de la economía, a los emprendedores, porque esos beneficios tardan más tiempo en llegar. Prefieren prestar para especular en propiedades. Ese es un gran problema para la economía real. Después otra cosa que está pasando es que los accionistas están recibiendo todos los beneficios que obtienen las compañías y otros ‘stakeholders’ no están recibiendo nada.
La tragedia es que nosotros, los contribuyentes, rescatamos a los bancos. En mi opinión, sin el apoyo de los bancos centrales, las garantías de los gobiernos sobre los depósitos, los bajos tipos de interés y la expansión cuantitativa; hoy el Santander sería insolvente. Al igual que todos los grandes bancos. Compañías como Ferrovial o Telefónica, por ejemplo, no tienen sus pérdidas cubiertas por el Gobierno, ni serán rescatadas por los contribuyentes si quiebran, como sí hacen con el Santander o el Popular o cualquier otro banco que amenace la economía. Hemos, de hecho, nacionalizado los bancos desde la crisis, pero no hemos demandado que éstos presten a la economía real. No les hemos dicho: «Podéis tener las garantías, podéis tener dinero barato; pero tenéis que invertir en creación de empleo y en empleadores que creen trabajos y paguen salarios decentes; y si no lo hacéis, os retiraremos las garantías». Tenemos que entender que como contribuyentes tenemos el poder, pero no estamos usando ese poder. Ni tan siquiera sabemos que le estamos dando a todos los bancos todas estas garantías. Mucha gente no entiendo esto y piensan que es algo muy complicado que sucede allí arriba. No lo es: los bancos no existirían sin el apoyo de los contribuyentes, así que los contribuyentes deberían tener lo que en finanzas se llama «apalancamiento», influencia. Hay que decirles a los bancos que estamos felices de darles acceso a los bajos tipos de interés del banco central y a la expansión cuantitativa, pero que la condición tiene que ser que inviertan en la economía real que es la que crea empleo.
El sistema bancario es como el sistema de agua y saneamiento. Es un servicio público. Si el sistema de tratamiento de aguas se cae, entonces tendremos epidemias como el cólera. Y lo mismo se puede decir del sistema financiero, si permitimos que se corrompa y se convierta en peligroso, todos sufrimos. Ese es el motivo por el que los bancos deben ser nacionalizados, o si no son nacionalizados, porque no creo que necesitemos poner a funcionarios en los bancos, tenemos que gestionar el sistema. No me gusta usar la palabra control o regulación. Me gusta usar administrar, porque lo queremos es evitar el caos. Queremos gestionar el sistema financiero porque sin un sistema bancario, sufriríamos muchísimo.
¿En qué tipo de medidas o de sistema estaría pensando para lograr esto?
En algo que ya hemos hecho antes. No es nuevo. Sabemos cómo hacerlo porque ya lo hemos hecho. Siempre cito el ejemplo de la historia del aprendiz del hechicero sobre la que hay una preciosa película de Disney. El hechicero tenía un estudio y un día al salir a comer le dijo a su aprendiz que lo limpiase con una escoba y un cubo; pero éste no lo quería hacer, así que dijo: «haré magia para limpiar el estudio». De repente los cubos y escobas se multiplicaron y aquello acabó inundado de agua. Se perdió el control. Ese es nuestro sistema financiero: hay caos porque se está usando la magia de la creación de crédito para crear caos. Así que tenemos que decir que no: los aprendices, los banqueros, tienen que ser administrados. No pueden usar la magia de la creación de crédito para crear caos.
Ya pasamos por un periodo así, de liberalización de las finanzas, hasta 1933. Hasta el final del siglo XIX tuvimos una fase de globalización, que finalizó con la Primera Guerra Mundial, y que después se retomó tras la Segunda. En paralelo, tuvimos desregulación hasta 1929 cuando todo estalló. John Maynard Keynes, quien creo que es uno de los grandes teóricos monetarios de todos los tiempos, señaló que la razón fue la liberalización y que el patrón oro estuvo en la raíz. Finalmente, en 1933, los políticos lo entendieron. Cuatro años después del crack, Gran Bretaña fue el primer país en salirse del patrón oro y en decir que tenía que gestionar su sistema financiero. En particular, los flujos de capital a través de fronteras, la creación del crédito para que el dinero se prestase a actividades productivas y no especulativas, y los tipos de interés. Pero también pensaron que era importante gestionar la creación de empleo porque los empleos generan ingresos que se pueden usar para pagar deuda. La teoría general de Keynes se llama la «Teoría General del Empleo, el Interés y el Dinero». Él pensaba que el empleo era lo más importante y después los tipos de interés, ya que si los mantenías bajos, tendrías una economía sostenible; pero no sólo bajos para los bancos, sino para toda la economía, ya que si los bancos tienen bajos tipos de interés y dinero, pero nosotros no, la cosa no funciona. Su teoría no se llamó «Teoría General de los Impuestos y los Gastos» porque no creía que fuesen asuntos prioritarios como lo son el empleo, el interés y el dinero.
Así que entre 1933 y 1971, gestionamos el sistema financiero. Entre medias tuvimos una guerra devastadora, pero a partir de 1944, cuando se estableció Bretton Woods, hasta 1971; todos los libros de economía, incluidos los manuales neoliberales, llaman a ese periodo la Edad Dorada. Tuvimos estabilidad financiera, altos niveles de empleo y actividad económica en todos los ámbitos. Incluso en los países más pobres había prosperidad. Entonces los bancos empezaron a intentar trampear el sistema y los banqueros presionaron a todos los políticos y les dijeron: liberalicémoslo todo de nuevo. Hasta que en 1971, Nixon tiró abajo toda la arquitectura del mundo con un sólo golpe de mano. Una noche de un domingo anunció que los EE.UU. abandonaban el sistema de Bretton Woods. Fue como un impago, el mayor impago soberano en la Historia, al decir que no iban a pagar en oro a partir de ahí y que tiraban abajo el sistema. Después de eso los banqueros han estado en la gloria y, desde 1971, en la práctica, hemos estado gobernados por banqueros no por los políticos.
La buena noticia es que sabemos cómo cambiarlo, cómo hacerlo: tenemos que tener controles de capital, gestionar los flujos de capital entre fronteras; tenemos que gestionar la creación de crédito; y tenemos que gestionar el precio del crédito que son los tipos de interés. Si hacemos eso, tendremos de nuevo prosperidad, salarios más altos y una economía estable. Pero habrá una gran batalla antes de que eso suceda y lo que necesitamos, básicamente, son políticos con un poco de arrojo.