«Un jubilado griego ( Dimitris Christoulas ) se suicida frente al parlamento …»
¿ Se ha convertido el capitalismo del siglo XXI en una distopía? No está muy lejos de considerarlo así, por paradójico que parezca, el informe sobre » Riesgos Globales 2012″ que ha servido como marco teórico de los debates en el reciente Foro Económico Mundial capitalista de Davos. Literalmente se puede leer en él : » El análisis entre las vinculaciones entre distintos riesgos globales revela una constelación de riesgos fiscales, demográficos y sociales que señalan a un futuro distópico para la mayoría de la humanidad. La interacción entre estos riesgos podría resultar en un mundo en la que la mayor parte de los jóvenes deben lidiar con altos niveles crónicos de desempleo, mientras que, simultáneamente, el mayor número de jubilados en la historia comienza a depender de gobiernos ya sumamente endeudados.»
Pues bien, a la vista de tan contundente conclusión, ¿cabe esperar alguna reacción en la dirección de una reforma o refundación del sistema a cargo de sus principales beneficiarios?
Permítaseme dudarlo. No es ningún secreto, el capitalismo es el sistema económico que place a aquellas personas que son propietarias del capital. Para esas personas, como dueñas del capital que son, no hay otro sistema económico mejor que el capitalista. Para ellas cualquier otro sistema alternativo es, sencillamente, inconcebible, impensable. «El capitalismo» -, declaraba en el mismo Foro Económico Mundial de Davos antes citado D.M. Rubenstein, cofundador del Grupo Carlyle y con un patrimonio neto calculado en 2.500 millones de dólares -, » es el peor sistema, a excepción de todos los demás».
Pero el capitalismo tiene un inconveniente, al ser el sistema preferido por las personas dueñas del capital, automáticamente se convierte en el sistema de una fracción cada vez menor de la humanidad, aquella que concentra en sus manos una proporción creciente de dicha propiedad. Por consiguiente, no tiene nada de extraño que el capitalismo se pueda definir hoy como el sistema en el que cada vez menos se reparten más, y más se reparten menos.
Desprovisto de cualquier elemento corrector, el capitalismo se presenta de nuevo desde hace tres décadas con su verdadero rostro, el del liberalismo económico puro, donde se pone en práctica aquella observación que aplicaba nada menos que el propio A. Smith a los capitalistas del siglo XVIII, aquellos que querían » Todo para nosotros ( para ellos ) y nada para los demás». Así de consecuente también es el capitalismo del siglo XXI, el que tenemos que padecer la inmensa mayoría de la humanidad.
Ahora bien, ¿ tiene futuro un sistema económico cuya supervivencia únicamente conviene a una fracción cada vez más pequeña de la sociedad mundial?
Sólo el que tarde la gran mayoría de esa sociedad en percibir y en comprender, a fuerza de desempleo, de precariedad y explotación laboral, de austeridad salarial, de privación de derechos y de exclusión social, que el sistema, devenido distópico, no tiene nada que ofrecerle y que lo que hay que hacer, lo más deprisa que se pueda, es hallar el recambio que sí convenga a la inmensa mayoría de la humanidad, sin poner en peligro ni sus posibilidades de vivir una vida digna, ni las de las generaciones que transitarán el resto del siglo XXI.
Francisco Morote Costa
Las Palmas de G.C., abril 2012