Este artículo de Antonio Navalón nos hace reflexionar acerca de la importancia estratégica adquirida por el petróleo especialmente en los siglos XX y XXI
Antonio Navalón 11 Ene 2015
El petróleo no sólo se venga, sino que se ha convertido en la gran marea —junto con el cambio climático— que esculpe el mundo del futuro.
Este combustible ha alimentado los atentados del 11-S y el ‘Charlie Hebdo’
Si se descubre en un país débil, es la cobertura para hacer barbaridades
Cuando el primer lord del Almirantazgo inglés, John Fisher, decidió sustituir el combustible del poderío británico —al cambiar el del carbón por el petróleo en su flota—, configuró el mundo en el que vivimos. El petróleo se ha vengado de muchas maneras por haberse convertido en el factor determinante del siglo XX y, por lo que se ve, de lo que llevamos del XXI. Los países que tuvieron mala suerte lo descubrieron pronto.
América Latina tiene un déficit endémico e histórico de instituciones. Nos hemos pasado toda la vida explicando lo que queríamos hacer para a continuación nunca hacerlo. Por ejemplo, Venezuela era un país normal hasta que tuvo la desgracia de que aparecieran en su subsuelo las mayores reservas de petróleo del mundo. México era un país pobre, desangrado, con problemas, pero tenía un futuro basado en su dignidad y en la extensión territorial que no le habían robado en la invasión de Estados Unidos —guerra entre 1846 y 1848— cuando descubrió que poseía oro negro.
¿En qué momento en México se torció la historia y dejó de ser un país de desarrollo normal? ¿Acaso no fue cuando el expresidente López Portillo proclamó aquello de “administraremos la abundancia”?
El petróleo ha servido también para aplazar una y otra vez, por la irresponsabilidad política colectiva de la América que habla español, el problema de la obligación fiscal.
Actualmente, los Estados pesan poco, los dictadores mucho y los grupos de presión, aún más.
Un sistema fiscal estable como el que se impone cuando uno no tiene petróleo o incluso cuando lo tiene como en los casos de Noruega y en cierto sentido —aunque no es comparable— Brasil, donde el Estado es fuerte, no hay problema. Pero si se descubre petróleo en un país débil se transforma en la gran cobertura para que se hagan muchas barbaridades y se permita que la miseria y la desigualdad cabalguen y naveguen por los océanos del líquido negro que hace sumamente ricos a unos pocos, pero miserables a otros muchos.
El petróleo es un arma estratégica desde 1900. Ahora, vuelve a serlo, pero a la inversa. La primera vez que se demostró la eficacia del petróleo como sumo hacedor del mundo moderno fue a lomos de los barcos japoneses cuando en Port Arthur en 1905 acabaron con el sueño de la armada imperial rusa. Y eso naturalmente fue una operación hecha con, por y para la grandeza del gobierno de su majestad británica.
La religión, presente desde siempre en las guerras entre árabes y cristianos, también ha impregnado las relaciones de Occidente con los países árabes productores de crudo. Las Torres Gemelas, los degollamientos del Estado Islámico y el atentado en París contra la revista Charlie Hebdo son parte de una misma historia, alimentada por el petróleo. Ahora, para América, para toda América, bien por acción (México, Argentina, Brasil), bien por reacción, debilitamiento o fortalecimiento de los grandes intereses estratégicos (chinos y rusos), este combustible vuelve a ser un factor determinante para configurar el mapa del nuevo mundo.
Ganador: Estados Unidos de América porque su política ha sido salvaje. El origen de la crisis financiera está en los estadounidenses que, además, han degollado —sin ninguna piedad— a su clase media. La Gran República del Norte ha roto el modelo que venía arrastrándose desde el final de la Segunda Guerra Mundial, un cierto Welfare State. Ahora el éxito y la competencia estadounidenses están basados en la política tan agresiva e inteligente que ha hecho con la energía (sus costos energéticos) y también en una reconversión de la robótica y en un tratamiento de las masas laborales completamente inédito en el sentido de que se parece más a mediados del siglo XVIII que a la primera década del siglo XXI.
Asimismo, Estados Unidos no tiene como les pasa por ejemplo a Argentina, Brasil y a Ecuador, que negociar con sus indígenas (porque casi no existen en su territorio), lo cual le da una gran ventaja pues son precisamente ellos los propietarios de grandes extensiones de tierra que en ocasiones es donde se encuentran los yacimientos de minerales estratégicos y el propio petróleo.
El petróleo no sólo se venga, sino que se ha convertido en la gran marea —junto con el cambio climático— que esculpe el mundo del futuro.