Nuevo paradigma
Desde que publicó Economía Rosquilla (Paidós), esta investigadora de la Universidad de Oxford y de Oxfam, coautora del Informe de Desarrollo de la ONU y según The Guardian una de las diez tuiteras más importantes en materia de transformación económica, ha sido invitada por jefes de Estado y multinacionales conscientes de que el mundo amenaza con colapsar, a exponer su visión de cómo pasar del crecimiento al desarrollo. “No he inventado nada, he juntado teorías de aquí y de allá para establecer una hoja de ruta”. El paradigma neoliberal que se introdujo a través de Reagan y Thatcher en los 80 se inventó en 1947, pasaron décadas antes de que se materializara. Esta nueva visión es de los 70…, paciencia.
Kate Raworth, economista
Nací en Londres y vivo en Oxford. Soy una economista renegada: investigo en el Instituto de Cambio Medioambiental de la Universidad de Oxford. Debemos conseguir que todo el mundo tenga sus necesidades cubiertas con los recursos del planeta. La vida es un viaje en busca de las maravillas
Creo que estamos descubriendo algo extraordinario acerca de la Tierra.
¿Qué?
Su increíble poder regenerativo.
Gran noticia, pero a la economía el estado del planeta no le interesa.
La economía significa la gestión del hogar y por tanto deberíamos preguntarnos cómo queremos gestionarlo, pero Adam Smith solo contempló la economía del Estado y llevamos 200 años estancados en ese viejo paradigma.
¿Todavía hay que inventar la economía planetaria?
Sí, nos toca a nosotros, porque la economía no está funcionando. Tenemos una economía global muy dividida. El año pasado el PIB global creció un 3 %, pero del incremento total de la riqueza, el 82% fue a parar al 1% más rico del mundo.
La riqueza se acumula en escasos bolsillos.
Y consume los recursos de los que dependemos. Entendemos el progreso como una línea creciente del PIB. Incluso los países más ricos siguen persiguiendo mayor crecimiento. Tanto en lo financiero, en lo político como en lo social somos adictos al crecimiento.
El concepto es que si no creces pierdes.
Cierto, cada trimestre las grandes compañías deben presentar sus cuentas de resultados, mostrar que sus beneficios y su segmento de mercado han aumentado para que los accionistas estén contentos. Y fíjese en la foto de familia del G-20.
Si no sales en la foto no existes.
Ningún primer ministro quiere perder la posición en la foto, y si sus economías dejan de crecer los borran. Incluso a nivel de política internacional estamos atrapados en ese crecimiento constante para poder tener un lugar en la mesa del poder geopolítico.
¿Podemos seguir jugando al Monopoly eternamente?
No, porque la presión que ejercemos sobre el planeta está desequilibrándolo, de manera que la nueva fórmula de progreso del siglo XXI debe abandonar el crecimiento infinito y apostar por un desarrollo equilibrado.
Usted propone la economía rosquilla.
Sí, imagine una rosquilla: el agujero de en medio es el lugar en el que las personas no tienen sus necesidades básicas cubiertas. En la rosquilla están las doce prioridades, esas dimensiones sociales que se deben cumplir, extraídas de los objetivos de desarrollo del milenio en los que todos los países del mundo están de acuerdo.
Paz y justicia, educación, salud, energía…
Agua, alimento, vivienda, igualdad, participación política… No queremos que nadie se quede atrapado en el centro, pero al mismo tiempo no podemos sobrepasar el límite exterior.
Que no le salgan protuberancias a la rosquilla.
Sí lo sobrepasamos la presión que generamos sobre el planeta lo desequilibra: cambio climático, agujero en la capa de ozono, pérdida catastrófica de biodiversidad, acidificación de los océanos, contaminación química, atmosférica…
Todo eso que nos pasa.
Sí, y todas esas dimensiones que han definido los científicos como los sistemas que mantienen viva a la Tierra.
¿De qué valores está hecha la rosquilla?
De dignidad, oportunidad y comunidad.
Dulce rosquilla.
Pero para ello debemos mantenernos dentro de los límites de salud de la Tierra. Y ya hemos sobrepasado cuatro de los nueve límites planetarios que establece la ciencia.
¿Cabemos todos en su rosquilla?
Sabemos cómo hacer que la población no crezca tanto: consiguiendo que la mortalidad de los niños menores de cinco años baje.
Parece un contrasentido.
…Invirtiendo en la infancia, en la educación de las niñas y en el empoderamiento de las mujeres, éstas controlan el tamaño de sus familias. Pero el crecimiento de la población mundial no es lo que a mí me quita el sueño.
La población mundial sigue el mismo patrón que la naturaleza: las cosas crecen y crecen hasta que llegan a un punto de madurez.
Entonces, ¿qué le quita el sueño?
Que nuestras economías están diseñadas para crecer permanentemente, no hay nada en la estructura que las haga llegar a un punto límite. Necesitamos normas internacionales estrictas. La economía del siglo XXI tiene mucho que ver con el diseño de las instituciones.
Antes debemos saber qué queremos.
Sí, definir qué entendemos por una buena vida. En el siglo XX se creía, y la teoría económica lo apoyaba, que a medida que los países se enriquecen primero aumenta la desigualdad pero después disminuye, y lo mismo aplicado a la contaminación.
Era fe en el crecimiento.
Sí, pero son leyes de movimiento falsas. No es verdad. En el siglo XXI necesitamos descartar estas ideas falsas y antiguas y crear economías que a través de su diseño sean distributivas y regeneradoras, hay que reutilizar los recursos orgánicos y sintéticos una y otra vez.
Mimo a la energía, a lo que hay, como base.
Si observamos la vida y el planeta vemos que se basa en el equilibrio y no en el crecimiento sin fin. Estamos, en el sector empresarial, el político y el social, ante ese choque de paradigmas. Tenemos que cambiar de modelo económico.
Ima Sanchís
La Vanguardia
09/04/2018