Efectivamente, los precios de la luz han llegado a subir en algunas horas cerca de un 100% pero los costes de esa energía apenas lo han hecho en un 4% .
“El precio de la luz se dispara y marca máximos históricos por la ola de frío”. Los titulares de la prensa en estos días de reyes y nieves son unánimes. Pero el precio de la luz no se ha disparado por la ola de frío. Se ha disparado por la regulación del mercado de la electricidad establecida mediante la Ley 54/1997 del Sector Eléctrico.
Es como si una fake news se hubiera apoderado de todos los periódicos y demás medios (también de las redes sociales), saltándose todo control de veracidad o comprobación.
Como todos los años, cuando sube la demanda por frío o por calor e incluso cuando no sube ni baja como pasa cualquier día del año, los precios de la electricidad se disparan o, en cualquier caso, son injustificadamente altos, aunque sean los más bajos del año, incluso llegando a producir pérdidas a algunas tecnologías (Windfall Looses). Ningún gobierno es culpable de que los precios de la electricidad suban, ningún gobierno debiera jactarse de que los precios de esa misma electricidad bajen. Las responsabilidades de los gobiernos son otras: impulsar reformas para mejorar la vida de las personas.
Bueno, rebajaré el tono. Admitamos que no estamos exactamente ante una noticia fake y dejémoslo en que con esta ola de frio y la subida de precios de la luz, los comentaristas de todos los medios, incluidos los comentaristas que se deshilachan en twitter, se han quedado mirando al dedo que señala a la luna.
Efectivamente, los precios de la luz han llegado a subir en algunas horas cerca de un 100% (por encima de 120€/MWh) pero los costes de esa energía apenas lo han hecho en un 4% (2€/MWh). El asunto es brutal. Sólo 2 ejemplos entre decenas:
1- El coste de los derechos de emisión para las centrales de gas se sitúa en el entorno de los 12 o 13€ por MWh producido. Las centrales de gas recuperan ese coste variable a través del precio que ellas mismas fijan en las ofertas que hacen al mercado. El precio ofertado al mercado les permite, como mínimo, recuperar sus costes de funcionamiento, que incluyen el coste del gas y los derechos de emisión.
Hasta aquí todo normal.
Pero el asunto es que el precio de esos derechos de emisión, comprados por las centrales de gas, los cobran, vía precio de mercado, todas las centrales, también las no emisoras: nucleares e hidroeléctricas que no han tenido que comprar ningún derecho para emitir porque, sencillamente, no emiten gases contaminantes. Esto quiere decir que cuanto más suban los derechos de emisión más pagan los consumidores por la energía de las centrales nucleares, hidroeléctricas y renovables a mercado, curiosamente propiedad -salvo porcentajes irrelevantes- de las tres grandes empresas eléctricas y de gas: Endesa; Iberdrola y Naturgy. Los derechos de emisión están enriqueciendo a las empresas propietarias de centrales hidroeléctricas y nucleares que nada tienen que ver con la emisión de gases contaminantes (y cuya construcción es muy anterior a que ni tan si quiera se pudiera vislumbrar la regulación de los derechos de emisión).
Un rápido y elemental cálculo pone de manifiesto que sólo el día 8 de enero, las empresas han ingresado por este concepto en torno a 10M€ – beneficio puro porque el coste de los derechos los han cobrado sin haberlos comprado-. Con iguales supuestos, en cómputo mensual, esto supone que los consumidores han pagado 255M€ de más a las empresas eléctricas, y sólo por este concepto.
En definitiva, los consumidores están pagando, aproximadamente, 13€ más por MWh mientras que los costes de producción de la energía que consumen sólo han tenido un incremento de 0,50€/MWh el día 8 de enero o 1,25€/MWh en la energía consumida los 30 últimos días. ¿Elevamos este simple cálculo a 12 meses? Así, a ojo, salen cifras en torno a los 2.000 M€ de coste anual incremental para los consumidores por nada, sin otra justificación que sea distinta a la de la regulación. No es el frío. Eso es casi una fake. Es la regulación.
Pero bueno, eso son 13€, pero ¿hasta 20 ó 30 ó 50€ de subida?
Otra vez la regulación, no el frío.
2- Sí. El precio del gas ha subido mucho en los mercados spot -nacionales e internacionales- por problemas de oferta y demanda en Argelia o en Asia y no sólo por la subida de los precios de los derechos de emisión (por cierto, no ha subido todo el gas utilizado, aunque paguemos, también aquí, todo el gas al precio del más caro) y esos precios, convertidos en costes de oportunidad (muy superiores a los costes reales de las centrales que se abastecen con contratos a largo plazo) han sido trasladados a los precios de las ofertas de las centrales de gas y, a través de ellas, a la totalidad de la energía producida con independencia de que sean nucleares, hidroeléctricas o de cualquier otra tecnología.
Si. El MWh producido en las centrales de gas ha subido sus precios de oferta, pongamos por caso, de 50€ a 100€. Pero hagámonos otra pregunta: ¿Cuánto han subido los costes de los MWh producidos en el resto de las centrales? La respuesta es… nada. Y esas otras centrales concentran en torno al 80% de la electricidad producida y consumida.
Otro pequeño cálculo nos dice que el coste del conjunto de la electricidad que consumimos sólo ha subido entre 2€ y 4€/MWh por la subida de los precios para los consumidores del MWh de las centrales de gas natural. Y si los costes de abastecer la electricidad tan sólo han subido, en estos días de frío, 2 o 4€, tomando en consideración todo lo dicho hasta aquí, ¿de quién es la culpa de las escandalosas subidas de los precios de la luz? ¿Del frío o de la regulación?
Han sido sólo dos ejemplos entre decenas que ahora escapan a las intenciones de este artículo. Ejemplos que tienen soluciones. Muy rápidamente:
Respecto al primero: inflación de precios debidos al valor de los derechos de emisión cobrado vía precios por las centrales no emisoras:
Este asunto ya se suscitó en 2005 y se solucionó mediante Real Decreto-Ley 11/2007, de 7 de diciembre, que estableció que la retribución de la actividad de producción de energía eléctrica se minoraría por el importe equivalente al valor de los derechos de emisión de gases de efecto invernadero internalizado en las ofertas al mercado por las centrales emisoras y trasladado al precio. Sin embargo, esta medida fue derogada en 2009, a pesar de que su compatibilidad con el Derecho Comunitario fue avalada por el TSJUE en 2013. Recuperar esta norma hubiera permitido que los precios de estos días para el consumidor final hubieran sido entre un 26 y un 30% inferiores.
Respecto al segundo: el doble marginalismo del que se benefician las centrales nucleares, hidroeléctricas y renovables (a mercado) con los precios que fija el gas más caro:
Existen diferentes vías para la detracción de los “beneficios caídos del cielo” (Windfall Profits). Se mencionan dos a título sólo de ejemplo: i. Impuestos o Widfall Tax con destinos específicos para la cobertura de los costes de la electricidad, y ii. Liquidaciones por diferencias de los ingresos de las centrales nucleares e hidroeléctricas frente a los ingresos que corresponderían a un precio o coste estándar reconocido (por cierto, éste sería un mecanismo muy parecido al que se ha ideado para las nuevas renovables que entrarán vía subasta).
Al Gobierno le sobra conocimiento y experiencia para dar estos dos pasos y las empresas eléctricas saben, sobradamente, que al Gobierno le sobrarían razones para hacerlo.
El Gobierno tiene además tres potentes vectores políticos que facilitan acometer tales reformas:
(a) Las empresas y las familias lo agradecerían: pagarían menos por un recurso que les resta competitividad y drena sus rentas, y pagarían menos también por todos los bienes y servicios que requieren electricidad.
(b) Avanzarían en el cumplimiento de los acuerdos del Gobierno de coalición, reforzando los vínculos que lo mantienen unido, evidenciando que el Gobierno, más allá de la gestión de urgencia de la pandemia, sigue comprometido con una transformación más justa y sostenible de nuestra economía.
(c) El abaratamiento de la electricidad sería un fuerte impulso para la electrificación, que es un vector fundamental para la transición energética en el conjunto de la economía.
En el debate público también se ha introducido la conveniencia de crear una empresa pública como solución a los problemas. No comparto que tal cosa sea una solución ni el diagnóstico que subyace en tal propuesta. Desde luego que para algo serviría en un sector oligopolístico, fundamentalmente porque permitiría combatir la información asimétrica que intoxica a los reguladores, pero eso es otra cuestión. Y desde luego, en cualquier caso, esa empresa pública de nada serviría si a lo que se refieren sus proponentes fuera una comercializadora. No estamos ante problemas de especulación en ese segmento de sujetos del sector que tan irrelevante papel juegan en la industria y en el mercado de la electricidad. Estamos ante un problema mucho más grave: un mercado ineficiente incapaz de revelar los costes y tal cosa no la resuelve una empresa pública y menos si esa empresa es una comercializadora.
Cómo decía rápidamente al principio para rebajar el tono, afirmar que la ola de frío ha disparado los precios de la luz no es exactamente una fake… pero se le parece. Ha sido la regulación vigente desde 1998, y desde entonces está introduciendo problemas de competitividad a nuestra economía, a las empresas y a las familias de las que detrae rentas que podrían tener como destino el consumo de bienes o servicios prestados por otras empresas distintas de las empresas de electricidad y gas.
El frío de estos días no es más que una “prueba de esfuerzo” que revela una enfermedad crónica inoculada por el Gobierno de Aznar, siendo ministro de Industria Piqué que, desregulando el sector eléctrico bajo el falso nombre de liberalización, implantó un diseño de mercado que no revela los costes de la energía: ni de la energía eléctrica ni del gas. Está bien que el Gobierno haya pedido a la CNMC que abra un expediente que delimite responsabilidades, en el caso de que estuviéramos ante una alteración artificial de los precios. Pero eso es cosa de todos los días no sólo de estos fríos días, entre otras cosas, porque la regulación del mercado eléctrico confiere a las empresas energéticas dominantes un extraordinario poder de mercado que podrían ejercer o estar ejerciendo en cualquier momento.
Es cierto que los sucesivos gobiernos del PSOE dejaron las cosas tal y como las dejó el PP, a mayor gloria de los lobbies energéticos. Pero es muy fuerte que sea, precisamente, el PP el que pida la comparecencia de los ministros del Gobierno responsables (Transición Ecológica y Consumo) para que den explicaciones sobre los precios de la electricidad. Sería el PP el primero que tendría que dar las explicaciones que ahora pide. Al fin, el Gobierno de Coalición Progresista se formó en torno a acuerdos que incluyeron la reforma regulatoria de los mercados de la electricidad para acabar con las sobre retribuciones -conocidas como “beneficios caídos del cielo”- de las tecnologías nuclear e hidroeléctrica. Todavía hay espacio en la legislatura para que tal reforma pueda concluirse. Esperemos y no desesperemos.
Otras reformas de importantísimo calado, social, económico y político, recogidas en el acuerdo de coalición han sido frenadas bajo la excusa de que “no es el momento” posicionando de facto a una parte del Gobierno del lado de la patronal que tanto trabajó y trabaja contra el propio gobierno de izquierdas. En la reforma del mercado eléctrico, sin embargo, no hay excusa que valga para que sea acometida con carácter de urgencia, sino todo lo contrario. En este caso, si la CEOE se pusiera enfrente, estaría poniéndose no sólo enfrente del Gobierno o de los sindicatos sino también enfrente de sus propias empresas asociadas que ven cómo sus facturas eléctricas se elevan de forma injustificada, y con ello se merma su competitividad y la de la economía en la que se desenvuelven.
Jorge Fabra Utray
Economistas Frente a la Crisis