Promover la energía nuclear como solución al cambio climático es una miopía.
[Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.]
Debemos pensar de forma holística en lo que constituye la “energía limpia” cuando consideramos las inversiones en el cambio climático y nuestro futuro energético. El anuncio del Presidente Biden de su esfuerzo de 6.000 millones de dólares para salvar las centrales nucleares (de fisión) “en apuros” es erróneo y corto de miras.
Aunque la reducción de las emisiones de carbono es fundamental para frenar el ritmo del cambio climático, no debe ser nuestra única prueba de fuego para avanzar hacia un futuro energético “limpio”, del mismo modo que nuestra salud general no puede medirse únicamente por nuestra presión arterial o nuestro peso.
En el caso de la energía nuclear, debemos tener en cuenta su elevado coste en comparación con las fuentes de energía renovables, como la eólica y la solar. Según Climate Nexus, el coste mínimo por megavatio hora para construir una nueva central nuclear es casi 3 veces superior al de la energía solar a escala de servicios públicos (112 dólares frente a 46 dólares, respectivamente) y casi 4 veces superior al de la energía eólica (122 dólares frente a 30 dólares, respectivamente). Es como pagar 70.000 dólares por un coche cuando se podría comprar uno equivalente, en términos de valor total, por un tercio o un cuarto del coste.
También existen numerosas razones medioambientales y comunitarias para abandonar la energía nuclear. Intercontinental Cry, una redacción sin ánimo de lucro que produce periodismo de interés público centrado en los pueblos indígenas, afirma que el 75% de la extracción de uranio en todo el mundo se realiza en tierras indígenas, incluso en Estados Unidos. Además, a diferencia de la energía solar y eólica, las reservas de uranio no son un recurso renovable; con el tiempo, nos quedaremos sin uranio.
Llevamos más de medio siglo intentando encontrar una opción de almacenamiento adecuada para las barras de combustible gastadas y hemos fracasado estrepitosamente. En consecuencia, estas barras, que permanecen radiactivas hasta 10.000 años, se almacenan generalmente in situ en centrales activas o cerradas en todo el país. Son un blanco fácil para los terroristas nacionales o internacionales, y suponen una grave amenaza potencial para el suministro de agua potable de las comunidades circundantes si el agua radiactiva se filtra y llega al suelo.
En contra de la percepción pública, la energía nuclear es una fuente importante de emisiones de gases de efecto invernadero si se tiene en cuenta la cantidad de combustibles fósiles necesarios para la extracción, el enriquecimiento del uranio, la construcción y el desmantelamiento de las centrales, y el procesamiento y almacenamiento de los residuos radiactivos. De hecho, la energía nuclear emite el doble de carbono que la solar fotovoltaica y seis veces más que la eólica terrestre, según la organización sin ánimo de lucro Beyond Nuclear.
Si los riesgos potencialmente catastróficos que la inestabilidad política y los conflictos militares suponen para las centrales nucleares no eran evidentes antes de la reciente invasión rusa de Ucrania, ahora están muy claros.
En la guerra de Ucrania, las fuerzas rusas tomaron el control de la central nuclear de Chornobyl y tomaron como rehenes a sus empleados, según el portavoz ucraniano de la Agencia Estatal de Ucrania para la Gestión de la Zona de Exclusión. La central se vio obligada a recurrir a sus generadores de reserva para evitar el sobrecalentamiento de las barras de combustible gastadas, que puede provocar una fusión similar a la catástrofe ocurrida en la central de Chornobyl en 1986. Según múltiples fuentes, esos generadores sólo pueden proporcionar energía de reserva durante 48 horas. La central dependió de esa fuente de electricidad de reserva durante 24 de esas 48 horas.
Luego, el 5 de marzo, la BBC anunció que había estallado un incendio en la central nuclear de Zaporizhzhia, la mayor planta activa de Europa, tras sufrir daños por los bombardeos rusos. Varios medios de comunicación informaron de que el Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), el organismo de vigilancia atómica de las Naciones Unidas, había perdido la transmisión de datos.
Existen fuentes de energía alternativas viables a la nuclear, como los proyectos solares y eólicos a gran escala. Además, hay muchas tecnologías nuevas en desarrollo o listas para ser llevadas a escala con una importante infusión de fondos públicos y privados, que pueden tener resultados de mitigación del cambio climático. Entre ellas, el uso de electrolizadores para extraer hidrógeno del agua y los métodos de captura de carbono para secuestrarlo. Pensemos a largo plazo y tomemos decisiones acertadas pensando en las generaciones futuras y en la sostenibilidad de nuestro planeta.
Kim Friedman, Coordinadora de West River Valley 100% Renewable
El Salto
Artículo publicado originalmente en Beyond Nuclear International.
Traducción de Raúl Sánchez Saura.