La autora de ‘No logo’ y ‘La doctrina del shock’, que publica nuevo libro, advierte de que ya es tarde para evitar los desastres medioambientales, pero no para impedir “la gran catástrofe” global
“El negacionismo del cambio climático fue el ensayo de todos los negacionismos que han ido viniendo después”
“La justicia intergeneracional del clima se sobrepone a la injusticia de clases. Todos los jóvenes serán vulnerables”
Naomi Klein recupera una frase de Margaret Thatcher para ilustrar justo lo contrario de lo que necesitamos ante la emergencia climática que nos amenaza. “¿Qué es la sociedad?”, preguntó la premier británica en 1987 para justificar su ataque a los servicios sociales: “¡Eso no existe! ¡Hay individuos y hay familias!”.
Y ahí, en esa filosofía de la soledad y el individuo que se impuso frente al concepto social, están nuestros males. El polo opuesto es lo que propugna En llamas (Paidós), el nuevo libro de la periodista canadiense que ha dado revolcones intelectuales importantes a la forma de vida de Occidente en No logo, La doctrina del shock o Esto lo cambia todo. Estos días, desde la provincia de British Columbia, en Canadá, charla por videoconferencia sobre su última obra, que defiende el movimiento social como forma de evitar la angustia individual ante el desastre que vivimos y, sobre todo, la responsabilidad de los Gobiernos para impedir que pasemos del desastre a la catástrofe. En llamas, que toma el título de una de las grandes frases que Greta Thunberg espetó a la élite mundial en Davos (“actúa como si tu casa estuviera en llamas, porque lo está”) enhebra artículos publicados por Klein en la última década para elevar el foco e iluminar los cambios en concienciación ante el cambio climático que se han producido en estos diez años. De ser una causa que pasaba a segundo plano en cuanto había otras emergencias —como la crisis de 2008— ha pasado a convertirse en parte de la solución ante la nueva recesión gracias al Green New Deal, una propuesta global que ha logrado entrar en la agenda en Estados Unidos y Europa y que Klein defiende enardecidamente. En llamas es, sobre todo, un libro tan rápido de leer como urgente y concreto en propuestas de calado.
Pregunta. Su libro repasa la figura visionaria de Franklin D. Roosevelt al impulsar el New Deal, que logró imponer frente a todas las resistencias y a las acusaciones de socialista. ¿Necesitamos un Roosevelt del Green New Deal? ¿Quién puede ser?
Respuesta. No va a ser una sola figura. Cada país necesita encontrar una forma de transformarse para hacer todo lo que haga falta ante una amenaza existencial. Los líderes emergen en momentos de crisis así. Roosevelt no era visto como un político radical cuando llegó a la presidencia, había sido gobernador de Nueva York, era una figura del establishment, pero llegar al poder en medio de la Gran Depresión y recibir la presión de la gente le transformó. Lo vemos ahora con Joe Biden. También es un político del establishment, estaba a la derecha de Obama en su Administración, y lo que ya estamos viendo en su primer mes no tiene nada que ver con lo que vimos en los años de Obama: Biden se ha vuelto más decisivo, de pensamiento mucho más hondo y asume que hay que hacer y gastar lo que sea necesario. Los momentos construyen los liderazgos. No se trata tanto de personalidades, sino de las dinámicas que provocan una transformación de dirigentes. Creo en las condiciones políticas que producen líderes.
P. Trump se ha ido. ¿Podemos tener esperanza en la lucha contra el cambio climático?
R. Decir “esperanza” es una exageración. Hay un alivio porque al menos mantenemos las conversaciones correctas con los argumentos necesarios. Ya no estamos hablando de si existe o no el cambio climático, sino sobre cómo nos transformamos conforme a criterios de ciencia y justicia. Esto es lo correcto y es un alivio. Pero solo me sentiré esperanzada cuando las emisiones empiecen a descender. Greta Thunberg tiene razón cuando denuncia la palabrería de los políticos, que pueden decir las cosas correctas durante décadas pero, hasta que las emisiones no desciendan en un 8% o 10% al año, no importará. Por eso hay que combinar la esperanza y la acción.
P. Su libro pone en valor la movilización mundial que encabezó Greta Thunberg. ¿No teme que el virus haya quitado el foco de esa lucha?
R. Siempre he temido esto porque lo hemos visto antes. Cuando el foco se pone en el cambio climático, llega otra crisis y todo el mundo lo olvida. En España ocurrió: antes de la crisis financiera global de 2008 estaba muy centrada en el cambio climático. Cuando la crisis golpeó y la austeridad brutal se impuso, hubo una sensación de que ya no podía permitírselo. Porque el tipo de políticas que se llevaban a cabo entonces en España y en otros países no estaban en el marco de un Green New Deal. Eran leyes sobre el comercio de derechos de emisión o inversiones en energías renovables que no protegían a los consumidores suficientemente para evitar que subiera el coste. Al llegar la crisis económica se extendió esa sensación de: “Vale, el clima es algo de lo que preocuparse cuando no tienes que preocuparte de poner comida sobre la mesa”. Pero ahora es diferente. El Green New Deal es un plan de empleo, un plan de estímulo económico, y es más relevante aún cuando hay una crisis como la ocasionada por la covid. Cada país necesita ahora diseñar su camino para salir de la crisis y ese camino puede ser de recuperación verde. No estamos cometiendo los mismos errores que cometimos en 2009 y 2010. Además, estamos aprendiendo de los fallos. En Francia, por ejemplo, Macron colocó el coste de la lucha contra el cambio climático en la clase trabajadora con su impuesto al diésel. Eso subió el coste de vida y generó una reacción, los chalecos amarillos. No puedes pedir a los trabajadores que soporten la carga mientras dejas a los más ricos seguir con su ritmo de consumo como si no pasara nada. Es una injusticia climática.
P. ¿Analiza la pandemia como resultado del cambio climático?
R. La crisis climática es parte de una crisis ecológica más amplia, de un patrón más grande de cómo estamos explotando la naturaleza para nuestros propósitos más rápido de lo que los ciclos de regeneración pueden soportar. Las enfermedades que saltan de los animales a humanos están muy a menudo vinculadas a la presión sobre el mundo vegetal y los hábitats. Y hay que ver la covid en el contexto de esa crisis ecológica que refleja nuestra relación insostenible con el mundo natural. Asumimos que podemos expandirnos más y más y más sin afrontar las consecuencias. Nuestra forma de vida está devaluando el mundo natural. El cambio climático es parte de ello y la pandemia también.
P. ¿Somos los individuos responsables, o son los Gobiernos?
R. Hay mucho que podemos hacer como individuos para reducir nuestras emisiones. Esta videoconferencia es un buen modelo para lanzar libros en el futuro, espero que a mis editores no les importe (ríe). Volar solo por razones esenciales, no consumir carne, usar coches eléctricos, paneles solares en el tejado… yo hago muchas de estas cosas. Pero debemos ser claros: no es la solución. Así establecemos modelos de una forma de vida distinta, y es importante tenerlos. Pero no vamos a reducir las emisiones a la velocidad que necesitamos, que es un 8% o 10% cada año, sin una estrategia internacional y en cada país. Necesitamos leyes, leyes aplicables. Una de las cosas que hemos visto con la covid es cómo un Gobierno debe abordar una emergencia verdadera: no sugieres a la gente que se quede en casa sino que se lo ordenas: debes quedarte en casa. E impones sanciones. Y además te aseguras de cuidar las vidas. Hay mucho que aprender de las mejores respuestas a la covid: hay leyes que imponer, pero también justicia para asegurarte de que la gente reciba su salario, que tenga suficiente dinero, alimentos, garantizar lo esencial, que los pequeños negocios no quiebren… Y luego están las protestas, claro. Cuando impones acción sin justicia, la gente está tan estresada que se rebela. Lo hemos visto con los confinamientos. Si la gente se siente desesperada empieza a pensar en conspiraciones. Y de eso va el Green New Deal: necesitamos acción, pero nos aseguraremos de que la gente tenga empleo, de que sus salarios alcancen un mínimo, de que nadie quede atrás y las comunidades más descuidadas consigan un beneficio de esta transición. Cuando asumes ese espíritu, entonces puedes moverte rápido. Lo hemos visto con la covid en los países que han actuado bien, como Nueva Zelanda.
P. Siguiendo con esa responsabilidad individual, ¿no hay riesgo de sentirnos responsables de demasiadas cosas, un riesgo de angustia? Greta Thunberg lo vivió y también muchos otros jóvenes.
R. Por eso necesitamos movimientos y no solo acción individual, y Gobiernos que presenten claramente un plan ante la población y digan: “Esto no solo depende de vosotros, de que seáis perfectos; esto es lo que vamos a hacer como sociedad para cambiar, y os vamos a dar estos apoyos”. La angustia se produce por la disonancia entre la comprensión de la crisis y la observación de que todo sigue igual alrededor. Le pasó a Greta Thunberg. Ver que no había correspondencia entre lo que aprendía de la ciencia y lo que todo el mundo estaba haciendo (que era nada). Mucha gente joven con la que he hablado cree que el mejor antídoto contra la desesperanza que sienten es la organización de movimientos. Por eso la pandemia ha sido tan dura, especialmente para los jóvenes. No han podido reunirse más allá de por videoconferencia o en las redes sociales. Y las redes tienen su propia forma de presionar, de generar ansiedad. Así que espero que pronto podamos volver a reunirnos y que la gente sienta que no está sola en esto. Librarnos de esta sensación de aislamiento.
P. Al mismo tiempo que las manifestaciones han desaparecido, el asunto parece haber tomado más relieve entre los políticos.
R. Lo estamos viendo en Estados Unidos, donde gracias a esa presión los jóvenes se organizaron y han tenido un gran papel en la elección de Biden. Hay distintos modos de movilizarse y presionar más allá de las manifestaciones. Por otro lado, esto es una crisis global y en India, por ejemplo, se están viviendo las movilizaciones más importantes de la historia del país. Los granjeros, impulsados por jóvenes, están protestando por la tierra, en manos de Monsanto. El mundo es grande y puede que no estemos en la calle en España o Canadá, pero en otros lugares están en la calle. Y nosotros también volveremos.
P. Hay quien cree que el Green New Deal no es compatible con el capitalismo.
R. El Green New Deal es un plan para una economía muy muy activa, la única analogía en la historia del capitalismo que podemos señalar es la forma en que se organizaron las economías en la Segunda Guerra Mundial para derrotar al fascismo, el modo en que Roosevelt reorientó por completo la economía. Se crearon agencias y programas para transformarla. Y mientras tanto le acusaron de socialista. Hay un conflicto fundamental entre las lógicas del capitalismo que equiparan una economía saludable con el crecimiento, por un lado, y el hecho de que el mundo esté en crisis, por otro. El clima es una de esas crisis, la pandemia también y por ello tenemos que aprender lecciones de la covid. A la hora de construir una economía esencial: ¿qué necesita la gente para tener una buena vida? Hay que empezar por ahí, y no por el consumo como punto central —sin importar lo que contamina— simplemente porque es bueno para el crecimiento económico. Esa es la brecha fundamental entre el capitalismo y cualquier tipo de acción seria contra el cambio climático. Si te tomas en serio el recorte de las emisiones entre 8% y 10% al año, si queremos un futuro habitable, no podemos perseguir el crecimiento como lema principal de la economía. Hay que ser claro con eso. Porque puedes tener algo parecido al Green New Deal y crear un montón de trabajos, placas solares, energía eólica… y fallar en la reducción de emisiones porque no has querido afrontar el exceso de consumo.
P. ¿Por qué los negacionistas tienen tanta fuerza?
R. El movimiento conservador en EE UU está negando básicamente todo: los resultados de las elecciones, la covid, las mascarillas… Y para los que formamos parte del movimiento contra el cambio climático no es una sorpresa, porque lo niegan también. Una vez que niegas las leyes de la física, la química, la ciencia y la evidencia científica abrumadora de los gases que calientan el planeta, lo puedes negar todo. El negacionismo del cambio climático fue el ensayo de todos los negacionismos que han venido después. Y eso tiene mucho que ver con lo que está pasando con la información. Ahora recibimos las noticias en plataformas privadas que nos la ofrecen conforme a criterios de minería de datos y no guiadas por éticas de responsabilidad del periodismo o los valores que solían gobernar nuestra información, aunque fuera de forma imperfecta.
P. Usted critica a Hollywood y el género distópico que ha llenado las pantallas de películas de apocalipsis social y ecológico porque, asegura, no ayudan a la causa.
R. Desde los textos sagrados hemos incorporado a nuestra imaginación una narrativa apocalíptica sobre el fin del mundo. En el Antiguo Testamento o en el Nuevo encontramos grandes inundaciones, huidas de masas en las que un pequeño grupo es salvado y la mayoría de pecadores muere. Y creo que esa narrativa bíblica ha sido reactivada por Hollywood en las películas de desastres. Esta visión del futuro se ha vuelto tan ritual y se ha contado tantas veces que, si se convierte en la única versión del futuro que ves en pantalla o en tu iglesia, empieza a ser una profecía. Con la covid la gente ha sentido a los otros como si estuviera en The walking dead, esas son nuestras referencias. A mí me encanta ver una buena película apocalíptica, como a todo el mundo, pero creo que también necesitamos películas que muestren una visión del futuro en el que podamos decidir cambiar, decidir ser distintos, otro tipo de humanos. Unirnos en lugar de separarnos.
R. China está en un tira y afloja en muchas direcciones en el tema climático. Hay mucho descontento, aunque sea difícil protestar, por la calidad del aire, hay muchas fuerzas que empujan hacia las energías renovables y el país ha avanzado hacia ello a escala masiva, pero también se aferra al carbón en una escala masiva, como todo en China. Lo que podemos hacer desde Europa o Norteamérica es movernos. Cuando Norteamérica, Australia y Europa no reconocemos nuestra responsabilidad histórica, los Gobiernos de China, Brasil e India lo usan como excusa: “¿por qué nosotros vamos a hacerlo, con toda la pobreza que tenemos, si los ricos no lo hacen?”. Si actuamos y logramos el Green New Deal, esto ayudará a esas fuerzas en el sur global para que sus Gobiernos hagan más y más deprisa.
P. Usted denuncia la cuestión climática como la mayor Injusticia intergeneracional. ¿Es cuestión de generaciones o de clases sociales?
R. Hay una justicia intergeneracional que se sobrepone a la injusticia de clases. No todos los jóvenes serán igual de vulnerables, pero todos los jóvenes serán vulnerables, todos, incluso los ricos. El cambio climático no afecta a todos por igual. Si tienes dinero tendrás mejores oportunidades de seguridad, de defenderte de tormentas, de respirar un aire mejor.
P. ¿Estamos a tiempo de evitar el desastre?
R. Si abordamos una verdadera acción transformadora total y no parcial tendremos una oportunidad de evitar un cambio climático catastrófico. Pero ya no podemos evitar los desastres, ya los estamos viviendo.
IDEAS Berna González Harbour 21 feb 2021