La realidad es que África pierde más dinero del que gana en su relación con Europa, y a menudo las remesas de los inmigrantes (como los manteros) superan las cantidades de la cooperación.
Barcelona es un caos: desde hace años, un grupo de personas se ha apropiado paulatinamente del espacio público de la ciudad. Si visitáis la Plaza de Catalunya o la Rambla los veréis en seguida. Hace años que campan por la zona sin nadie que los controle: al principio eran una anécdota, pero poco a poco se han ido adueñando de la ciudad. Solo así se puede explicar que se salten todas las normas, barran al pequeño comercio y no reciban ni una sola amonestación. Algunos partidos políticos los apoyan, dicen que son víctimas del populismo. Hagan lo que hagan, siempre los defienden. Aunque todas las tiendas locales acabaran cerrando, esta pandilla seguiría con la cantinela: “Dejadlos hacer, no seáis agresivos con ellos”. Deberíamos hacer algo para combatirlos. Ya. Sin excusas.
Ah, también quería hablar de los manteros.
La Vanguardia, el Periódico y el resto de medios catalanes están en pie de guerra para defender al pequeño comercio, el alma de Barcelona, la gente corriente. El Confidencial explicaba en 2013 que las grandes superficies estaban barriendo a los comerciantes. Desde 2005 las grandes cadenas habían aumentado un 29 % las ventas; el pequeño comercio, por otra parte, había sufrido una pérdida del 26 %. La mayoría de los medios celebran siempre sus márgenes de beneficio. Además, tienen menos espacio para explicar como estos gigantes condicionan a los sectores agrícola o ganadero del país. O quién paga el precio de la piña de Costa Rica que podemos comprar por pocos euros a pesar de que haya sido transportada desde la otra punta del mundo. Qué baratos serán los trabajadores de allá, qué magníficamente explotados estarán.
A pesar de haber barrido al pequeño comercio que tanto aman, la cobertura mediática de las grandes superficies no plantea demasiado conflicto: “Mercadona contratará 5.000 personas para la campaña de verano”, “Lidl sigue liderando el crecimiento”, “Mercadona invierte 7 millones en abrir un nuevo supermercado en Sant Adrià”. “Invierte”. Teniendo en cuenta el efecto que esto puede tener en el comercio de Sant Adrià, tal vez sería más adecuado utilizar el término “invade”. Pero esta palabra queda reservada para los 800 manteros. Una cifra repetida hasta la extenuación en todos los medios. ¿Quién cuenta a los manteros? ¿Alguien ha contrastado esta cifra? 800, 800, 800. Como los “30.000 inmigrantes” que “esperaban en Marruecos para “saltar a Ceuta y Melilla”. Aun los esperamos. Quizás se han perdido buscando los famosos “valores europeos” de los que nos hablan cada día los medios. Esto de la UE social es un poco como las religiones y sus respectivos dioses: nadie los ha visto, nadie los espera, pero cualquier oportunidad sirve para invocarlos y señalar a los infieles.
Hablemos de los manteros. Como señalaba un artículo en Media.cat hace dos días, la retórica de los medios contra los manteros es excesiva. Quiero ir un poco más allá de la discusión local, aprovechando para reivindicar que estoy profundamente de acuerdo con Geert Wilders, Marine Le Pen y todos los ‘popes’ de la extrema derecha en una cuestión: donde mejor estarán los senegaleses es en Senegal. Solo hay un aspecto -y es una lástima que los medios no aprovechen todas las horas dedicadas al ‘top manta’ para hablar de ello- que lo impide: el colonialismo. “¡Qué anticuado hablar de colonialismo! Hace 50 años que son independientes, ¡que se desarrollen ya!”, dirán algunos. Podrían haberlo hecho si no fuera porque Europa ha asesinado o propinado golpes de estado a todos los líderes africanos que han intentado escapar de la pinza colonial (Lumumba, Sankara) y han impuesto algunos de los dictadores más atroces (Mobutu, Biya, Habyarimana). La lista no es más larga para no aburrir, pero se podría incluir a la mayoría de países del continente.
Gracias a su riqueza mineral, si tuvieran una industria que pudiera crear productos con valor añadido, podrían estar entre los países más ricos del mundo. Adivinen quién les prohibió las subvenciones a la industria. Los amigos del FMI (capitalizados por los países ricos). Jacques de Groote, figura emblemática del FMI y del BM en los años 80, animaba a los inversores belgas a poner dinero en el FMI hablándoles del ‘flow-back’: “por cada dólar que pongáis en este fondo, recibiréis diez”. Ahora ya deben de ser más de diez.
“¿Por qué pedían préstamos? ¡Que no se hubieran endeudado!”, podríamos pensar. La estructura económica africana, heredera del colonialismo, totalmente desindustrializada, hace que las exportaciones (recursos minerales, bienes primarios sin procesar) representen menos dinero que las importaciones (productos manufacturados, coches, tecnología) de bienes que los africanos no pueden producir. Balanza comercial negativa, necesitas préstamos para cubrir el agujero. Estamos en la rueda de un hámster. ¿Y que proponen el FMI y la UE? Que vendan más recursos naturales y que abran sus fronteras a los productos subvencionados por Europa. Maravilloso.
El resultado es un patio trasero con jefes muy bien remunerados a los que conocemos como dictadores. Estos ejercen una valiosísima función: su pillaje y sus excentricidades nos sirven para volcar todos los prejuicios racistas contra África. Si la retórica del siglo XIX era que los países africanos eran pobres porque eran negros, ahora la retórica -mucho más moderna- es que los países africanos son pobres porque los negros son corruptos. Para acabar de asimilar el mensaje asistencialista los regamos con ayudas humanitarias. Después de todo, si no les va bien no será por nuestra culpa. La realidad es que África pierde más dinero del que gana en su relación con Europa, y a menudo las remesas de los inmigrantes (como los manteros) superan las cantidades de la cooperación. Hay que añadir que, en demasiadas ocasiones, el dinero de la cooperación sirve para comprar productos (o armas) del país europeo en cuestión. Era tan frecuente que la OCDE cambió el reglamento para que la compra de armas pudiera contar como “ayuda al desarrollo”. Si no puede cambiar la realidad, cambie la ley. Menos en el caso de los manteros: estos son ilegales, fuera, fuera y fuera.
El 20 de diciembre de 2014 se produjo una cruel ironía: el mismo día que Air Europa deportaba a senegaleses a su país, la UE firmaba un acuerdo de pesca con Senegal que permitirá la devastación de su costa. No ocupó ningún gran titular. Como tampoco lo ocupa el hecho de que Senegal, junto con otros 15 países más, use el franco CFA, una moneda dominada por Francia. Si tu riqueza son los recursos naturales pero quien controla tu dinero, el valor de tus recursos y el valor de tu moneda es otro, ¿se puede hablar de independencia? La respuesta rotunda es no.
El problema de los manteros tiene difícil solución, pero esta no pasa por hablar de mafias, de si hay que detener el flujo de productos o poner más policía a vigilar. Mientras Europa tenga colonias, millones de pobres harán lo que sea para vivir un poco mejor. Ningún plan de reinserción municipal resolverá esto. Quien no quiera manteros a largo plazo, que se una a las filas del anticolonialismo. El resto puede seguir combatiendo a enemigos imaginarios o escribiendo titulares alarmistas. Espero que al menos les paguen bien su servicio.
Jaume Portell
Fuente: www. ylaeuropea.es