No hay democracia real sin impuestos

Rebajar impuestos no favorece la actividad económica ni asegura el crecimiento. En realidad, solo beneficia a quienes acumulan capital por no pagarlos.
La Junta de Andalucía conservadora se estrenará perdiendo unos 100 millones de euros al año, equivalente al sueldo de 2.000 enfermeros en la sanidad pública

Una de las primeras decisiones del recién formado gobierno de derechas de Andalucía ha sido rebajar, hasta prácticamente hacer desaparecer en la región, el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones. Medida que beneficiará a los millonarios, solo a una de cada cien personas que hayan de heredar. Pero sí se notará en la recaudación y La Junta de Andalucía conservadora se estrenará perdiendo unos 100 millones de euros al año, equivalente al sueldo de 2.000 enfermeros en la sanidad pública, por ejemplo. ¿Acaso intentarán recuperarlos, pero de la clase trabajadora y de los autónomos, con IVA e IRPF?
El de los impuestos es tema que no entusiasma, pero no hay democracia sin impuestos. Además de votar a quienes nos han de gobernar, el otro eje del sistema democrático son los derechos humanos de la gente, el respeto y libre ejercicio de los derechos humanos de todos y todas. La larga lista de servicios públicos que satisfacen derechos irrenunciables de la ciudadanía muestra sin la menor duda que el llamado estado de bienestar no es posible sin fiscalidad, sin un sistema de impuestos justos y progresivos (pagar según se gana y se consigue), y suficientes.
Suficiencia fiscal significa que el Estado no gasta según lo presupuestado sino que presupuesta según las necesidades de la ciudadanía y los derechos a satisfacer. Un principio que no se respeta, sino lo contrario. Desde la crisis, los que más tienen se han enriquecido aún más a costa de la mayoría enarbolando, por ejemplo, la bandera de la lucha contra el déficit público. Desde entonces, en la Unión Europea rebajar el déficit público es dogma de fe. ¿En que se ha traducido ese dogma? En cuantiosos recortes sociales que han deteriorado los servicios públicos que cumplen los derechos de la ciudadanía. Más la rebaja de salarios y de protección social al precarizar el empleo con reformas laborales. Todo ha supuesto empobrecer a las clases trabajadoras y vulnerar los derechos de la mayoría.
Sin impuestos no funciona el país ni la gente puede ejercer sus derechos sociales que son derechos humanos irrenunciables

Impuestos y derechos humanos
Hablar de impuestos es hablar de justicia con mayúsculas y hay justicia cuando la gente disfruta del derecho a la vivienda, a la educación, a la salud, a la protección social, a la vida digna… Y para eso hay que pagar impuestos y que los ingresos de las arcas públicas se redistribuyan con justicia.
No pagar impuestos o pagar menos de lo que se debe debilita al Estado y dificulta su innegable obligación de atender los derechos de la ciudadanía.
Pagar impuestos es contribuir a que el país funcione. Tenemos que pagar impuestos porque las personas nos necesitamos, dependemos unos de otras y otras de unos, los humanos somos interdependientes y exige que nos organicemos. El Estado es modo de organizarse las personas de una zona o territorio para hacer eficaz y eficiente la interdependencia que exige el pago de impuestos. Sin impuestos no hay justicia ni vida digna. Los impuestos son el coste por vivir en sociedad y beneficiarnos de ello. Es sencillo: sin impuestos no funciona el país ni la gente puede ejercer sus derechos sociales que son derechos humanos irrenunciables. Conviene recordarlo cuando se han cumplido 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Pero sucede que cuando se pretende aumentar los ingresos públicos con impuestos justos, progresivos y suficientes, el poder financiero, la clase empresarial, la patronal y sus voceros ponen el grito en el cielo. Así ha sido hace poco en España por las decisiones fiscales del gobierno de Sánchez que, adecuadas aunque insuficientes, de modo alguno son excesivas ni la toma del palacio de invierno.

España una de las recaudaciones más bajas de la OCDE
Según estimación de Gestha (el sindicato de Técnicos de Hacienda), más del 70% del elevado fraude fiscal del país lo perpetran las mayores empresas y grandes fortunas. Cabe recordar que la economía sumergida en España equivale a casi el 25% del PIB (cuarta parte de riqueza generada en un año), lo que significa que unos 290.000 millones de euros escapan al control de Hacienda y de la Seguridad Social y dejan de ingresarse en las arcas públicas más de 90.000 millones de euros en impuestos y cotizaciones. Así lo muestra un estudio de Gestha y la universidad Rovira Virgili de Tarragona publicado en 2014.
Con el dadivoso sistema de bonificaciones y deducciones vigente, generosamente promovido por los diversos gobiernos conservadores que en el país han sido, la aportación de las grandes empresas a Hacienda es pacata, nunca excesiva como gimotean empresariado y banca. Así lo muestra el informe anual de recaudación de la Agencia Tributaria de 2017. Sabemos por las liquidaciones del impuesto de sociedades que las empresas ganaron ese año 218.000 millones de euros, sin embargo, los impuestos abonados solo sumaron 23.000 millones: la mitad de los 45.000 millones que se pagaron hace diez años. Por contra, el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas en 2017 (el que pagan sobre todo los asalariados) alcanzó los 77.000 millones de euros. Bastante más que la recaudación del IRPF en 2007, antes de la crisis, que fue de 72.000 millones de euros. Datos en mano, la contribución de las empresas al Estado por impuesto de Sociedades en 2017 fue solo un 2% del PIB, muy inferior al 6,6% del PIB que fue el IRPF. Al respecto cabe recordar que desde el gobierno conservador se pregonó que habíamos salido de la crisis y que las empresas volvían a tener beneficios. Si ganaron más, ¿por qué no hubo más dinero de impuestos? Tal vez porque el reino de España es uno de los 35 países desarrollados de la OCDE con la recaudación más baja de impuesto por beneficios.

Rebajar impuestos no favorece la economía
Y puesto que hablamos de fiscalidad, que quede claro que rebajar impuestos NO favorece la actividad económica ni asegura el crecimiento. En realidad, solo beneficia a quienes acumulan capital por no pagarlos. Es falso que rebajar impuestos hace que los ricos creen empleo con el dinero que ahorran por no pagarlos. Quienes tienen más riqueza por no pagar impuestos la dedican a especular con complejos productos financieros. Recordemos que especular es comprar un activo financiero esperando que su precio suba a corto plazo por movimientos y desequilibrios de oferta y demanda. Pero esos activos financieros no tienen nada que ver con la producción de bienes y oferta de servicios, la economía real. Invertir, en cambio, es aportar dinero para proyectos económicos reales y concretos a cambio de una renta.
Que el dinero por no pagar impuestos no beneficia a la ciudadanía lo demostró un diario tan poco sospechoso de izquierdismo como The Wall Street Journal. El rotativo financiero de Nueva York analizó la rebaja de impuestos a ricos y muy ricos de EEUU durante la presidencia de Bush hijo. El diario concluyó que la era de Bush junior fue la de menor creación de empleo de la historia reciente de EEUU. Porque el dinero que los ricos ahorraban de impuestos lo dedicaban a especular, no a invertir. Por cierto, entre las causas de la crisis de 2008 destaca la especulación financiera desaforada.
Es una verdad indiscutible que rebajar impuestos solo favorece a quienes acumulan capital por no pagarlos y también es irrebatible que sin impuestos suficientes no es posible una democracia de verdad, porque no se respetan los derechos de la ciudadanía. Quienes claman y actúan contra el pago de impuestos o los evaden y eluden son los verdaderos anti-sistema de la democracia.

Xavier Caño Tamayo – nuevatribuna.es – 28 enero 2019

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