Es una evidencia irrefutable que las devastadoras crisis financieras de la última década del siglo XX y de la primera década del siglo XXI son la consecuencia inevitable de un orden financiero y fiscal internacional concienzudamente desregulado. En realidad, más que de orden habría que hablar de desorden financiero y fiscal y lo peor es que, pese a las promesas realizadas por los gobernantes de los países más poderosos del mundo en las sucesivas cumbres del G20, desde 2008 hasta hoy, en el sentido de tomar cartas en el asunto,esas promesas han quedado en meras palabras y el propio Fondo Monetario Internacional ( FMI ), que no es en absoluto sospechoso de desafecto al pensamiento neoliberal, responsable necesario del desorden financiero pasado, ha advertido que, ante la lentitud y timidez de las reformas emprendidas, no es descartable una nueva crisis financiera global*.
Es, por lo tanto, de una irresponsabilidad imperdonable, por parte de los estados más poderosos integrados en el G20, seguir dilatando o aplazando la toma de decisiones acerca de la instauración de un Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional ( NOFFI ). Un Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional que ponga coto a los desmanes del poder financiero especulativo del capital, que sujete a los banqueros y que sitúe en el punto de mira de la justicia internacional a los grandes especuladores capaces de arruinar, empobrecer y hasta hambrear a pueblos enteros.
Hay que acabar con la dictadura de los mercados, desarmarlos, como pedía Ignacio Ramonet ya en 1997, y desarmarlos es, por una parte, desmontarlos, desarticularlos y, a la vez, privarles de las armas que les hacen invencibles y mortíferos: el poder de la banca privada sin el contrapeso de una potente banca pública, las incalificables agencias privadas de calificación de riesgos, que son un riesgo mortal para los pueblos, los sistemas tributarios regresivos, la licencia sin restricciones para especular, los paraísos de la evasión, del fraude fiscal y el dinero sucio de todo tipo de delitos que, benevolentemente, se conocen como paraísos fiscales, etcétera.
En fin, ha llegado el momento de meter en cintura a los grandes propietarios, administradores y gestores del capital y a los grandes especuladores y considerar una buena parte de sus actividades en pos del máximo beneficio, al margen de cualquier consideración ética o humanitaria, como posibles crímenes económicos contra la humanidad. Pero si la élite política, los gobernantes de los países más poderosos del planeta, siguen sin asumir su responsabilidad de diseñar el Nuevo orden Financiero y Fiscal Internacional imprescindible, la ciudadanía mundial tendrá que recordárselo en la calle en todas y cada una de las cumbres del G20 y en cuantas otras ocasiones estime necesario.
No cabe más resignación, más pasividad, más miedo. Es la hora de reclamar un Nuevo Orden Financiero y Fiscal Internacional, democrático y justo, que ponga fin a la dictadura destructora de los mercados.
* «El FMI alerta sobre una próxima crisis financiera global», por R. Wenkel/C. Papaleo, en Deutsche Welle, marzo 2011
Francisco Morote Costa
Las Palmas, abril 2011