Se busca empleado: razón, crisis climática

Todo está a punto de cambiar o, como diría Naomi Klein, “esto lo cambia todo”, también en el mundo laboral. El futuro del empleo está estrechamente relacionado con el medio ambiente, en lo bueno (creación) y en lo malo (destrucción).

Parece que, a excepción de unos pocos reptilianos terraplanistas, la comunidad internacional ya tiene claro que las consecuencias de la grave crisis climática en la que nos encontramos va a modificar el futuro de la sociedad y el planeta actual tal y como lo conocemos. Lo que no está nada claro es la estrategia a seguir para afrontar dicho reto para la humanidad, cuáles pueden ser las consecuencias y qué distribución social puede dar como resultado.

Todo está a punto de cambiar o, como diría Naomi Klein, “esto lo cambia todo”, también en el mundo laboral. El futuro del empleo está estrechamente relacionado con el medio ambiente, en lo bueno (creación) y en lo malo (destrucción). Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), uno de cada tres empleos asalariados de los países del G20 dependen directamente de “la gestión eficaz y la sostenibilidad de un ambiente saludable” y el 35% de los empleos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) se encuentran relacionados o dependen directamente de “la salud de los ecosistemas”.

La productividad laboral no se libra de los efectos del calentamiento global. La OIT calcula que entre 2000 y 2015 se perdieron 23 millones de años de jornadas laborales a tiempo completo anuales a nivel global debido a dichos peligros. Los emergentes China, Brasil e India fueron los más afectados.

 “La situación de emergencia climática, la crisis de biodiversidad y la creciente desigualdad social obliga a cambiar el paradigma del modelo productivista, lo que, obviamente, nos obliga a cambiar la matriz de empleo asociado a esa matriz productivista”, explica Cecilia Carballo, directora de programas de Greenpeace. Los aumentos de temperatura y el estrés por calor reducirán la cantidad total de horas laborales un 1,9% para 2030 en los países del G20 y un 2,2% en todo el planeta, según la misma institución, lo que supondría la destrucción de 80 millones de puestos de trabajo a jornada completa. Otros datos son incluso más pesimistas y hablan de 136 millones de empleos, como avisa la responsable de energía y clima de Instituto Sindical de Trabajo Ambiente y Salud (ISTAS), Begoña María-Tomé, quien apunta que los sectores más afectados serán los que se realizan al aire libre, como la agricultura y la construcción, “por lo que se notará más en los países más pobres”. Es algo con lo que está de acuerdo el economista Manolo Garí, que añade la ganadería, la pesca y el turismo y cree que, dado el fin del petróleo barato y del descenso de la tasas de retorno energético, “puede haber un crac en la industria del crudo con la consecuente cadena de implicaciones en el transporte y la industria, sectores indexados a los combustibles fósiles en el actual modelo productivo”.

A todo ello se suman la digitalización del empleo, la robotización y la irrupción de la inteligencia artificial y el machine learning, factores que harán crecer eso que llaman el “paro estructural” o, como diría Marx, el ejército industrial de reserva. La OCDE calcula que el porcentaje de empleos que está en riesgo por la automatización en los países desarrollados es del 14% y eleva la cifra al 21,7% para el Estado español.

¿Cómo será el futuro del empleo?

Ante este escenario se abren una serie de preguntas: ¿cómo será el futuro del empleo? ¿Se creará una cantidad de empleos que pueda compensar su destrucción? ¿Hacia dónde se tienen que orientar las políticas públicas de empleo, producción y educación para dar con las soluciones menos dolorosas posibles? Las respuestas, diferentes según el sector, dependerán de las acciones que se tomen y la velocidad con las que se hagan efectivas. La prioridad que se le dé a todo esto frente a otros retos o crisis, la implicación de los Estados y organismos internacionales o la orientación de las políticas laborales y de modelo de producción serán clave en el devenir de la humanidad. 

Propuestas como el Green New Deal, que resuena en los dos lados del charco; el capitalismo sostenible; el desacoplamiento entre crecimiento económico y el daño medioambiental; u otras opciones que llevan años sonando pero que no son tan conocidas, como el decrecimiento, están siendo estudiadas, confrontadas y criticadas. Uno de esos informes, el último publicado al respecto por Ecologistas en Acción (EeA), lleva como título Escenarios de trabajo en la transición ecosocial y estudia y modeliza tres posibles futuros a los que nos podríamos enfrentar según las acciones que se tomen en cuanto a cambio en las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y en horas anuales trabajadas.

El Business as usual (BAU), como es definido el escenario en el que nada cambia —el de los acuerdos incumplidos y la inoperancia política y empresarial—, sería, según todas las fuentes consultadas para este reportaje, un desastre total. “La opción más cara”, como la denominó el economista del Banco Mundial, Nicholas Stern, provocaría unos costes en la biodiversidad y en la humanidad catastróficos, mucho más costosos desde el punto de vista económico y de empleo, que cualquier otra alternativa. “Los costes de las actuaciones de mitigación y adaptación son mucho menores que el monto de las pérdidas de riqueza en términos de PIB mundial”, explica Garí.

Según el informe, este escenario es incompatible con cualquier intento de encarar la emergencia climática, pues implica un importante incremento de las emisiones del 21%. Además, las posibles ganancias en horas de trabajo remunerado que se obtienen en este escenario (13%) “producirían un agravamiento de las crisis ecosocial que haría ese incremento del trabajo, por tanto, ambientalmente imposible”.

El Green New Deal es otra de las propuestas más de moda. Punta de lanza del discurso político del binomio demócrata Ocasio-Cortez/Sanders en EE UU y abrazado por corrientes políticas e instituciones europeas, sigue despertando muchas dudas, incluso de que sea tan new: “El Green New Deal no plantea nada nuevo, son políticas neokeynesianas de segunda generación, que relocalizan parte de las inversiones del sector público para la financiación de determinadas cosas”, explica Carballo, “pero en un escenario donde los medios de producción tienen que cambiar”. Para José Bellver, investigador en la fundación FUHEM Edudación + Ecosocial, “la Unión Europea se marca un triple” anunciando este acuerdo verde europeo, ya que, según él, las cifras de inversión y financiación que han publicado son ridículas comparadas con las verdaderas necesidades de un reto de estas características.

Garí va más allá e indica que el Green New Deal creará menos empleo que otras opciones, además de que “intenta conciliar mediante una nueva regulación del sistema económico y de los mercados, el actual sistema de propiedad y mercados, el crecimiento económico y el bienestar de la mayoría, así como conjurar el riesgo del cambio climático”. Y eso, para el economista, es volver al “oxímoron del capitalismo verde que está condenado al fracaso”. Bellver también lo ve claro y crítica ese tecnooptimismo que hay tanto en sectores liberales como en algunos de la izquierda, y que Europa traduce dando prioridad a un crecimiento, “pero haciéndolo más verde y basándose en el discurso del desacople”, aquel en el que se defiende que se puede seguir creciendo mientras ese nuevo crecimiento sea menos contaminante. “Si ves esos datos”, explica el investigador, “la UE contamina menos en términos relativos, pero contamina más porque no para de crecer, y lo que necesitamos es reducir la contaminación, no contaminar un poco menos”, lamenta.

El informe de Ecologistas en Acción determina que, en términos laborales, el Green New Deal ofrece oportunidades importantes para una expansión del empleo compatible con una reducción sustancial de las emisiones. En términos climáticos, el escenario de este acuerdo avanza en la dirección correcta, pero algo despacio y es, según los resultados, “poco compatible con una idea de justicia climática global”.

Solución impopular

La tercera vía que analiza el informe de EeA es el decrecimiento. La menos popular entre economistas, políticos y empresarios. La más recomendada por el mundo ecologista. Reducir nuestro consumo de forma radical, relocalizar las industrias y acortar al mínimo los circuitos de producción y logística para vivir una vida más austera (en el buen sentido de la palabra y no en el de la austeridad de la Troika) son algunas de las propuestas de esta corriente ecológica. Este escenario, según Ecologistas, reduciría las emisiones un 80%, contabilizando las absorciones. En el plano laboral, “la ambición en la reducción de emisiones iría ligada a una pérdida neta de empleo si no se modifica de forma sustancial el mercado de trabajo”, indica el informe.

Para mucha gente, el escenario de decrecimiento no es una opción, sino algo inevitable “si vemos cómo evoluciona la disponibilidad de los recursos naturales del planeta”, apunta Carballo. Según ella, la disminución de las jornadas laborales, por ejemplo, es uno de los planteamientos que deben contemplarse aparejados al cambio del modelo productivo y energético. Asimismo, matiza que “el combo entre las teorías decrecentistas y el neokeynesianismo del Green New Deal, aplicado estratégicamente a algunos sectores, es altamente pertinente y factible”.

Algo similar a lo que opina la integrante de Greenpeace es lo que defiende Luis González Reyes, integrante de EeA y coordinador del estudio, al reconocer que las políticas que proponen en el escenario decrecentista no son fáciles, pero “no ponerlas tienen unos costes muchísimo mayores que no ponerlas, por más que nos parezcan duras”. Y advierte: “Desde una perspectiva más antropocéntrica y, desde luego, desde una perspectiva de poner la vida en el centro, solamente hay un tipo de políticas deseables, que son las que proponemos en el escenario decrecentista”

Los tiempos en los que se creará o destruirá empleo son también una de las principales preocupaciones. Todas las fuentes coinciden en que se puede crear mucho trabajo, pero también que puede llegar la destrucción antes que la creación si no se actúa con rapidez y determinación. “Habrá actividades que desaparecerán por nocivas y destrucción de los empleos asociados, pero el saldo neto final de empleo será positivo”, opina Garí. Carballo está de acuerdo con ese análisis, pero duda de los tiempos: “En el marco de esa transición económica van a desaparecer empleos, pero a su vez generaremos otro tipo de empleos, igual no en el corto plazo, pero sí en el largo, lo que reequilibrará el empleo”.

El escenario decrecentista es el más polémico en este sentido. González admite que, solo en el Estado español, las políticas que proponen en dicho escenario destruirían dos millones de puestos de trabajo. Pero desde EeA tienen claro que “estas políticas tienen que venir acompañadas de unas medidas redistributivas”, apunta González, como el reparto del empleo o la reducción de la jornada a 30 horas semanas, lo cual “provocaría un incremento de empleo”, así como un “reparto de los trabajos productivos”.

Calcular, plantear opciones o pintar escenarios de transformación social y laboral puede ser fácil. Otra cosa es ponerlos en marcha. Todos los escenarios de verdadera transformación exigen atacar frontalmente grandes poderes económicos establecidos e industrias dominantes, como la petrolera y energética, y no tiene pinta de que se vayan a dejar sin presentar batalla. “Esas soluciones deben formar parte de un proyecto de sociedad y se encontrarán necesariamente en el fuego cruzado de intereses y resistencias del capital”, lamenta Garí al respecto. “Habrá conflicto y antagonismo. De hecho, lo hay ya”.

“Los capitales no se dejarán, amplias mayorías sociales tampoco, pero esto va a ser inevitable”, insiste González en cuanto a esa lucha que parece depararnos el futuro, porque “la cuestión es si le ponemos el cascabel a este gato y lo hacemos de una manera organizada o desorganizada, injusta y en un sálvese quién pueda”. Para María-Tomé, ese proyecto de sociedad al que apuntaba Garí pasa porque sigan creciendo las movilizaciones y el activismo, y cree que, aunque “la correlación de fuerzas no nos es favorable, no hay otro camino: presión social para que las políticas públicas se dirijan al interés de la mayoría social”.

 

 

Y en tu sector, ¿qué puede ocurrir?

Energía
El sector clave de la transformación. El desmantelamiento de las actuales fuentes energéticas globales para sustituirlas por renovables puede ser un proceso largo y duro donde se eliminarán millones de empleos de industrias como el petróleo o el gas, pero también se podrán crear muchos empleos en esa transición. Según la campaña Global Climate Jobs, este sector podría crear 50 millones de empleos en los próximos 20 años para sustituir las energías contaminantes por renovables y reducir emisiones de dióxido de carbono.

Rehabilitación/Construcción
Dejar de construir para reformar el parque de viviendas que ya existe. Rehabilitar para ganar eficiencia energética. Construcción y restauración en zonas despobladas como método de repoblación de zonas rurales abandonadas.

Transporte
No habrá coches para todos, ni siquiera eléctricos. La necesidad de ciertas materias primas que ya escasean hace imposible la sustitución completa del parque mundial de automóviles. Los transportes que usan gigantes cantidades de petróleo, como el avión, también se verán afectados. La transformación pasará por la construcción y recuperación de transportes más sostenibles, principalmente el ferroviario, que debería usarse mucho más para el transporte de mercancías, sustituyendo a otros medios como los barcos o camiones.

Residuos
La economía circular es una de las grandes apuestas por las instituciones supranacionales. Aunque genera discrepancias entre los que piensan en ella como una solución ecológica y los que creen que solo una manera de mercantilizar la basura. Recuperadores y separadores de desperdicios, empresas de reciclado o de generación de nuevos productos desde esas materias serán una de las principales fuentes de empleo en las próximas décadas.

Agricultura – Ganadería
Importar productos desde otros continentes se acabará. La relocalización de la producción agrícola y la disminución de los circuitos logísticos que recorren los alimentos volverán a revitalizar los empleos rurales en la agricultura, ganadería o pesca tradicional.

Minería
La carbón le quedan los días contados, y son muy pocos. Eso choca con las nuevas necesidades que reclaman las energías renovables y las nuevas tecnologías (Coltán, Litio, etc.). Pero estos materiales no son finitos tampoco, ni deberíamos acercarnos a su escasez. Lo contaminante de esta industria, sumado a su mecanización, la convierte en un sector a desaparecer.

Turismo
El turismo de larga distancia será cada vez más complicado. Esto lo convierte en otro de los sectores donde se puede llegar a destruir mucho empleo. El ecoturismo, el desarrollo de turismo interno en cada país o los transportes más lentos, pero ecológicos, son las alternativas para salvar esa pérdida de empleo.


Tecnologías

Sin duda, uno de los sectores clave en la actualidad. Las tecnologías que servirán de monitoreo del medio ambiente, la ecoeficiencia, la red de electricidad inteligente, los cambios tecnológicos necesarios para el desarrollo y la adaptabilidad del resto de sectores al cambio climático serán grandes fuentes de empleo, si la inteligencia artificial y el machine learning lo permiten, claro.

Reforestación, resiliencia y restauración ecológica
No solo hay que dejar de contaminar, sino recuperar parte de lo destruido. La reforestación y custodia del territorio forestal o la construcción de estructuras y sistemas de resiliencia (incluidos diques que nos protejan de la subida del nivel del mar en zonas costeras) son algunas de las estrategias de lucha contra esta crisis climática más urgentes y que serán una enorme fuente de empleo.

Industria
El capitalismo fordista fabril va de capa caída o, por lo menos, no volverá a ofrecer los niveles de empleo del siglo pasado. La tecnología, la automatización y la robotización sustituyen hoy en día al obrero y, aunque el impulso de sectores como la energías renovables puedan darle un impulso a algunos sectores fabriles, se seguirá destruyendo empleo.

Cuidados y distribución del empleo
Jornadas más cortas para repartir más el empleo es un factor clave. Si no hay trabajo para todo el mundo, habrá que repartir el que hay. Los cuidados es otra de las fuentes de empleo que se pueden explotar, además de ser la que construye una sociedad y una vida que valga la pena ser vivida. El cuidado de mayores, la ayuda a la dependencia o la sanidad y la educación (tan exprimidas y privatizadas en las últimas décadas) crearán (o deberían) millones de empleos.

Yago Álvarez Barba
El Salto

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